jueves, 26 de enero de 2017

DE MAYOR QUIERO SER NIÑO.



Asociamos la niñez con inocencia, naturalidad y alegría, y pensamos que al hacernos adultos, esos valores se deben sustituir por otros como sensatez, formalidad y madurez.
¿No pueden convivir juntos?.
Hacerse adulto no implica necesariamente olvidar ese niño que todos llevamos dentro.
Porque aunque cada etapa de la vida es única e”irrepetible”, la etapa de la “infancia” es determinante y no debiéramos olvidarla nunca.
Para lo bueno y para lo malo, tú infancia es tu auténtica patria.
Y lo habitual aquí, en una familia corriente, (y por suerte), es que sea una etapa generalmente de felicidad, en la que no se tiene conciencia de la existencia de problemas, ya que otros, nuestros padres, maestros, etc. los solucionan por nosotros.
Son aquellos maravillosos años en los que no nos complicábamos la vida, y disfrutábamos de cada instante.
Años, en lo que todo, por enrevesado que fuera, lo convertíamos en juego, y todo parecía colosal y a la vez tan sencillo.
No salíamos únicamente a jugar, salíamos de correrías y aventuras.
Y cuando necesitábamos ver la magnitud desde lo alto, trepábamos a un gran árbol y la contemplábamos.
Ahora de adultos, quizás esos juegos o acciones infantiles de corre corre que té pillo, o ese barnizar nuestra bicicleta de imaginación para convertirla en un caballo, o una moto; esas colosales escaladas a algún abrupto árbol o por alguna pequeña ladera, se han adaptado junto con nosotros a modo adulto, en forma de footing, natación, senderismo, esquí o ciclismo. Sin más.
La apariencia ha cambiado, quizás nuestro gesto, pero la raíz, el corazón, es el mismo. Es aquella simiente que enterramos cuando niños.
Por entonces, nuestras fantasías hacían acrobacias en torno a los personajes que participaban de nuestra imaginación. Ahora no solo los emulamos, somos nosotros, corriendo mas lejos, escalando mas alto, llevando aquellas ficciones a nuestro escenario real.
Lo normal cuando crecemos, es que  se produzca un cambio de mentalidad tomando conciencia de las responsabilidades. Y que cada cuál empieza a orientar su vida en una determinada dirección, equivocándose una y otra vez hasta madurar. Esa la realidad.
Ya de "adultos", las cosas sencillas las enrevesamos, nos angustiamos por cualquier cosa, y todo tiene que tener un “porque” o un “porque no”.
Asumimos esos roles a los que nos gustaba jugar de niños: mamas, papas, médicos, veterinarios, educadores, o aventureros...
Pero aunque somos adultos, no deberíamos dejar de jugar con aquel niño interior.
Si observamos bien, en el fondo todavía somos esos niños deseosos de salir a jugar, ahora en forma de aventura real, quedando a correr, marchando al campo de excursión, escalando, realizando una expedición, o jugando con un río mientras desciendes su barranco.
La vida está llena de magia, pero solo para la persona que se deja envolver por ella.
No dejemos morir a ese niño por muy mayores que seamos.
El deporte, la naturaleza, “en general”, son formas de mantenernos en contacto directo, en roce continuo con esa etapa de felicidad y juego.
No nos olvidemos: “El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega, perdió para siempre el niño que vivía en él”.

jueves, 19 de enero de 2017

BARBECHO



Barbecho: terreno de labor, que se deja descansar durante un tiempo para que la tierra se regenere.
El ingrediente principal para muchas cosas de la vida es "la Voluntad”. Y para el deporte en particular es básica. Pero otra fundamental para la vida y para el deporte es la pausa. Y no significa para nada interrumpir tu vida, ni dejar de hacer deporte.
Comencé a hacer deporte propiamente dicho a los 15 años. Antes, de niños, sin darnos ni cuenta, sin obligarnos a ello, a diario haces deporte en forma de juego, excursiones, trepadas, chapuzones, desplazamientos en bici, etc.
Este 2017 hará 35 años que hago deporte ininterrumpidamente, de forma digamos oficial. Y ójala pueda sumar muchísimos más años sin interrupción.
Pausar, hacer un pausa, significa desconectar.
Huir definitivamente de esas etapas en las que haciendo lo que te apasiona, terminas siendo lo que los demás esperan que seas, y de nuevo transformarte en lo que tú crees de ti mismo. “Uno es lo que cree que es”.
Tras tantos años ya sabes que si te dices a ti mismo que no puedes hacer una cosa, terminas siendo incapaz de hacerla. Y si por el contrario, tienes la certeza de que puedes hacerla, consigues la facultad para lograrla.
Como montañero, escalador, corredor, ultra fondista, barranquista, esquiador, ciclista, “DEPORTISTA”, aceptas que el eje conductor, el motor de cualquier objetivo que pretendes alcanzar, es tu fuerza de voluntad si, pero también tu deseo y tu pasión.
Y sabes que la voluntad y el auto control mejoran con la práctica y también se entrenan, pero el deseo y la pasión no.
Por ello es importante de vez en cuando parar, pausarse y ponerse en barbecho. Y repito; Eso no significa para nada dejar de hacer deporte.
Significa hacerlo únicamente por y para ti mismo. Recuperar tu complacencia e ilusión, dejando de hacer o de participar en todo aquello que haces mas por débito que por ti mism@.
Y no quita abordar desafíos personales, si es lo que se te antoja.
No quita escoger un objetivo, siempre que sea tu propósito, y proyéctate en él.
Así se ejercita la voluntad, y también tu confianza e ilusión.
Lo mejor en un camino largo, es que te vas conociendo a ti mismo/a, y te das cuenta que ese éxodo tiene el mismo punto de partida que de llegada: “Tú mism@”.
Todos tenemos la fuerza, lo que no hallamos es la voluntad. Y quien logra adquirir la voluntad, halla la fuerza y el ánimo.
Eso sí. Cuidado. La diferencia entre una decisión en tu vida como deportista (quizás también en otros ámbitos) basada en tu confianza natural, en tus deseos verdaderos, en tus habilidades, y la arrogancia o fanfarroneo, es tan tenue como desastrosa.
La motivación y la voluntad son buenas, pero tienen su lado sombrío:
Uno, que duran poco; cuando transcurren el tiempo, todo se vuelve rutinario y aburrido, y lo que te parecía motivador, ahora resulta cansino.
Y dos, que precises de halagos o aplausos para obtenerlas.
Porque con el tiempo, con la madurez, necesitas un cierto nivel de auto reproche para darte cuenta cuándo estás demasiado orgulloso de ti mismo, y no caer en la necesidad constante de aprobación o alabanza.
Por eso pienso que es bueno pararte, tomar distancia y ponerse un tiempo en “barbecho”.
Para así volver a hacer las cosas por ti y por el placer.
Existe una línea extraordinariamente fina entre ser un idealista, o tener un ego fuera de control. Y puedes cruzar esa línea en cualquier momento.
Como siempre diserto, si verdaderamente te gusta correr, terminaras corriendo sin la necesidad de participar en carreras o competir; si te gusta escalar, escalaras sin la obligación de atesorar vías, ni importarte coronar una y otra vez la misma ruta, o descender una y otra vez año tras año los mismos barrancos. Porque te gusta de verdad.
No  hay que caer en el exceso.
El exceso te lleva a sobrevalorar tus habilidades (todos tenemos), a pensar que no puedes fallar y que todo lo sabes.
Y mientras más triunfante y prepotente te vuelves, más difícil es tener un verdadero sentido de ti mismo.
Por eso, y repito, es bueno de vez en cuando ponerse en barbecho, tomar conciencia, reponer fuerzas, recobrar la ilusión y volver a tu realidad. Seguro que saldrás invicto y desearás repetir persistentemente.
Dicen que los arrogantes creen que pueden predecir el futuro, sin embargo son los sabios los que intentan anticiparse siempre a sus consecuencias.

martes, 10 de enero de 2017

1967-2017. 50 años. MEDIO SIGLO



Sincrónicamente vamos sumando años, o restando vida.
Uno mas de experiencia, uno menos de vida. El reloj no para. Y si tú paras, prosigue sin ti.
Y cada año, persistentemente hacemos balance de decepciones, satisfacciones, entusiasmos, perdidas, hallazgos, aciertos o errores.
Y en permanente prólogo de esperanza, ilusión y ánimo, nos evaluamos con la intención de decretarnos a favor o en contra de lo vivido, deseando que lo próximo, lo que venga, siempre sea mejor que lo anterior.
Es la vida y su cometido.
Capitular a golpe de errores, tropiezos y estacazos, o argumentarla con ilusiones, amores, goces, amig@s y caricias.
Pero para los nacidos en 1967, este año 2017 es excepcional porque nos caen cincuenta añazos.
Y aunque las palabras bonitas muchas veces no son sinceras, y las palabras sinceras muchas veces no son bonitas, si o si, nos convertiremos en cincuentones y cincuentonas, y le daremos la vuelta al jamón.
Desde que  arrancó, y comienzan a celebrar años los amigos de generación, empiezas a hacerte a la idea de ello.
Han pasado cincuenta años; el mundo ha cambiado y nosotros con él.
Años de todo tipo:
De crecimiento, de evolución, únicos e inolvidables, años desdichados y tristes, de mudanza, de posibilidades, de alternativa, e incluso de espera; años de promesas, de expectativas, de frustraciones, de crecimiento y años de letargo.
Y a pesar de que uno se sienta o se encuentre perfectamente, he de reconocer que llegar a estos 50 años tiene su parte de miramiento y misterio. 
Pero no quiero escribir aquí un canto a la aceptación, sino a la libertad.
La libertad, para llegados a este punto de nuestra vida, saber reconocer que es y que será.
Libertad para disfrutar de todo aquello que hemos logrado hasta aquí.
Libertad para no resignarse, y aceptar que hay cosas que todavía se pueden cambiar.
Por tanto, libertad para afiliarse a este nuevo período de poder personal, en el que debemos dejar a un lado esa suposición de que todo está ya hecho.
Libertad de SER, HACER, TENER y ESTAR...
Quiero pensar que cumplir 50 años, tiene mucho de apelación a esta libertad individual; la de realizar tu particular insubordinación para dirigirte a una quietud y una conciencia apoyada en el aquí y el ahora.
Un momento de examinarte abierta y sinceramente, para después vivir con placidez aceptando tus propias limitaciones, y consciente de tus convicciones, certidumbres y realidades.
A mí de momento, aunque cumplo en octubre, medio siglo de vida me ha servido para aprender que la vida es dura, pero que nosotros podemos serlo todavía más.
Así que, tenga la edad que tenga, quien continúe abriéndose paso entre los obstáculos y las contrariedades, las ilusiones y los sueños, se impulsa para continuar viviendo.
Creo que los 50, debe ser por fin esa edad en la que tienes que estar encantado de haberte conocido.
No serás el más rico, ni el más lumbreras, ni el más guapo. Pero ¿Y qué?
Las cosas son como son, lo sabes, lo aceptas, y por fin asumes tu sitio, tu situación, y tus reglas.
Y no nos confundamos; quienes miran los 50 años igual que los 20, posiblemente han malgastado 30 años de sus vidas.
Estamos en una  edad intermedia, en la que en el fondo está bien no saber si vas o vuelves. Y te empieza a dar igual.
Ya no es una edad para encantamientos, si no para realidades.
Porque esa supuesta madurez a la que hemos llegado, esa hipotética experiencia que hemos adquirido,  es la que nos faculta para alcanzar algo  mas  de inteligencia, pero sobre todo mucha más serenidad.
Durante años, esa prueba y error que es vivir, nos ha proporcionado la experiencia para ahora, ante cualquier dificultad afirmar: - “Tarde no es, y prisa no tengo”.
¿Y qué hemos perdido por el camino?. Cada cual hará recuento de sus provechos y sus desilusiones, de sus ganancias y pérdidas, pero en realidad no hemos perdido nada. Estamos aquí. Estamos vivos.
Y en este instante comienzas a ser consciente que la vida no empieza a los cincuenta, ni a los cuarenta, ni a los treinta. La vida comienza cada día. Cada mañana.
Comienzas a ser consciente que cincuentón o cincuentona, solamente es juventud más experiencia. Que es una edad donde quizás no realizarás mas cosas que antes, pero si mejores.
Una edad en la que ya no somos tan nuevos como para no saber dónde está la acción, ni tan viejos como para no poder dirigirnos a ella y actuar.
Incluso en muchos aspectos, podemos mirar atrás con satisfacción, si; pero sin dejar de mirar aún hacia delante, con la posibilidad de escoger.
¿Por qué hay que tener miedo a cumplir 50?. Por nada. Miedo habría que tener de quedarse en el camino y no hacerlo.
Ser cincuentón o cincuentona no es un atropello ni un accidente.
Es una edad en la que no se acaban los sueños, y felizmente la opinión ajena te importa cada vez menos. 
Una edad que se pisa mirando al frente y no al suelo, y se da mas valor a lo que reclama tu corazón.
Una edad que ya nos acredita para manifestar: - “Reconozco que he vivido”. Desde mi punto de vista, cumplir 50 años debe tomarse como una fecha más, pero con la certeza de que la vida, tú vida, más que nunca, tiene el sentido que tú mismo o misma has querido o quieras darle.
¿Igual la vida comienza a los cincuenta?.
Un momento ideal para reflexionar sobre lo que hemos sido, lo que hemos hecho, lo que nos falta por ser, por hacer, pero sobre todo lo que ya no queremos.
Como decía Víctor Hugo: “Los cuarenta son la edad madura de la juventud, y los cincuenta la juventud de la edad madura”. Y así hay que tomarlo.
¡Viva 1967!
¡Felicidades cincuentones y cincuentonas!.

jueves, 5 de enero de 2017

HACER CACO



Me ha hecho cierta gracia, enterarme que en los ambientes digamos “modernos”, donde a toda práctica deportiva se la apoda o en inglés, o con unas siglas mas “selectas”, para aparentar ser mas ¿IN?, al hecho de practicar el llamado camina-corre, se le denomine CACO. Hacer CACO.
Deduzco que en este caso, el orden de los factores si altera el producto.
No es lo mismo camina-corre (CACO), que corre-camina (COCA):
-          “¿Qué deporte practicas Borja Mari?”
-          “Hago CACO”.
-          “¿Qué deporte practicas Borja Mari?”
-          “En mi tiempo libre hago COCA”.
No. No es lo mismo, y podría acarrear malas interpretaciones. Así que estoy de acuerdo en la alineación de las sílabas.
La cosa es, que el pensar en estas presuntuosas abreviatura, me ha llevado a reflexionar sobre distintas siglas con las que denominar los ejercicios que hacemos habitualmente para sentirnos mas a la moda, y sobre la tontería:
Siguiendo esta fórmula, al ejercicio de los que únicamente corren (Correr y correr), se le debería denominar COCO;  “hacer COCO”.
-          “Me voy un rato a darle al COCO”.
No está mal.
¿Y los que solamente caminan y caminan?.
¡Ejem!... “CACA”, hacer CACA.
-          “¿Qué deporte practicas Pocholo?”
-          “ Hago CACA”...
La formula es así; yo no la he inventado.
Además en este caso concreto, el orden de los factores no altera el producto. Lo mismo es caca que caca.
Si quieres caminar y además estar a la última, lo tuyo es hacer CACA.
Si es acompasado con bastones, lo dejaremos en nordic walking, que parece lo suficientemente ostentoso, y suena mejor que hacer CACABA.

¿Y si lo llevamos mas allá para estar en vanguardia?
Camina corre por Somontano o Sobrarbe = CACOSO
Hacer Montaña y correr = hacer MOCO
Hacer Bici  y correr = practicar COBI
Si lo tuyo es el Padel, la bici y correr = eres un PABICO
Nadar, Bici y Correr = NABICO; o darle al Nabico...
En este caso deduzco, que grandes distancias tipo Iron man, este diminutivo quedaría insuficiente, y NABICO pasaría a denominarse “NABO”:
-          “¿Que deporte practicas?
-          “ Nabico, pero me gustaría  acabar un Nabo bien duro algún día”...
Si caminas y haces yoga, practicas el CAYO.
Si haces gimnasia y piragüismo, eres GIPI.
¿Y si caminas, le das al tenis y al padel?: CAPATE.
¡Pero ojo!, Si juegas al ajedrez y corres, eres un: AJCO.
Si ya de ancianito, te pasas a la petanca y a caminar, te dirán: PECA.
Y si por aparentar o por lo que sea, quieres practicar, Golf, Esquí y Tenis: eres un  GOLFETE.

¡En fin!... Cómo diría Jose Mota: “¡Tontás!”... Lo que hay es mucha tontuna y postureo.
Mucho mamóneo, mucho Erasmus, y mucho políglota amateur.
Dicen que la tontería comienza en la edad del pavo (antes se es niño, que no tonto), pero por lo que veo, se alarga más allá del nacimiento de las muelas del juicio.
Y llamarme viejuno, pero en otro tiempo la tontería se curaba con una serie de remedios naturales apodados: colleja, pescozón, tirón de patillas, tirón de orejas, bofetón con la mano abierta, o el mas eficaz, zapatillazo de madre. Sin duda, uno de los remedios más efectivos para  el aumento de esta rimbombante estupidez de los últimos años, seria recuperar ese certero lanzamiento de zapatilla de madre.
-          “¡Mamá!, salgo un rato a hacer CACO” .
¡Zasca! Zapatillazo en la lomera, y se acabó la tontería.
Aunque seguro que algún iluminado, acababa llamando “Shoe Throwing”  a la destreza de las madres lanzando zapatillas.
¿Pero qué tiene de malo llamar a las cosas por su nombre?.
-          “¡Mama!, Salgo a correr un rato, o en bici, o me voy a caminar o a nadar”.
El número de pánfilos ya es infinito.
Continuemos caminando, corriendo, esquiando, nadando, escalando saliendo en bici o yendo al monte por favor.
Aunque suene NORMAL.