martes, 30 de agosto de 2016

UN HOTEL DE MAS DE MIL ESTRELLAS



Se aproxima la hora. El dia.
El diez de Septiembre, salimos hacia la India, para realizar un trekking cuyo techo rondará los cinco mil metros de altura, y nos conducirá hasta el glaciar donde nace el río sagrado Ganges.
Como cada año, han sido meses previos de tramites y preparativos con Carlos desde la agencia Modoviaje en Barbastro, pero sobre todo de mentalización, avenencia y compañerismo con el grupo.
Para mí es el aspecto más importante en este tipo de viaje; la circunstancia que garantiza el éxito del mismo. Y para promover esto, procuro irnos juntando durante el año para hacer alguna actividad en común.
La última actividad preparatoria realizada con parte de ellos, ha sido efectuar un vivac junto a la cima del Tozal de Guara (2077m).
Una deliberada experiencia, que encierra mucho mas de lo aparentemente puede vislumbrarse a primera vista. Así que voy a tratar de describirla, más que como la viví,  como yo la sentí :
Porque ascender a una cima gravado con una pesada mochila, para  cenar compartiendo incluso una botella de pacharán mientras observas la puesta de sol, después extender tu saco, y posteriormente echarse a dormir al raso, es algo que se mire por donde se mire, no tiene precio.
Es una de esas experiencias que hacen de la vida algo hermoso.
Es cierto que cuando no lo has hecho nunca, puede dar temor o parecer complejo, sin embargo no lo es.
Un grupo de diez, caminando pausadamente, marchamos el sábado tarde por Santa Cília hacia la cima del Tozal de Guara.
Como propósito, vivaquear en la pradera del  collado de Vallemona, donde el pozo de hielo (hay mas espacio, y está mas protegido del viento), para subir de madrugada hasta la cima a ver el amanecer.
Cuando llegamos al lugar donde habíamos decidimos acampar, y nos redimimos del peso de nuestras mochilas, compartimos una cena en la que ya se percibía ese ambiente de avenencia y conformidad que yo andaba buscando en este escenario.
Compartir lo de cada uno, inhibirse, participar, reír.
Todo es de todos, y todos somos uno.
Unos llevan sopa, otros embutidos, pacharán, fruta, incluso Antonio nos regala su esfuerzo en forma de empanadones de calabaza que él mismo elabora y ha traído hasta aquí, que están para chuparse los dedos.
Los veteranos asesoran a los novatos, y los  participantes noveles del viaje, se integran a la perfección con los repetidores. Todo se compone espontánea e instintivamente.
Esto es sencillo cuando se opera en la misma onda, pero esa onda hay que explorarla.
Posteriormente, una vez bien cenados y acomodados, cuando  te recuestas sobre la esterilla con las piernas embutidas en el saco de dormir, viendo cómo el sol se postra tras el piélago montañoso del horizonte, dibujando una increíble acuarela, descubres que aunque sólo fuera por este instante, ya mereció la pena venir.
Miras las caras, y lo dicen todo sin decir nada.
Pero, esto es solo el comienzo de una serie de emociones y espectaculares pátinas de colores que quedaran para siempre en nuestras retinas.
Más tarde, cuando las montañas ya dormitan, distingues las luces de ocultos pueblitos como Bara palpitando a lo lejos, mientras una leve brisa golpea los bojes junto a los que nos hemos apostado que distingues irradiados por la luna llena. Y tus sentidos se agudizan tanto, que puedes escuchar incluso como las briznas de hierba se agitan con un vaivén acompasado.
Y acurrucado en tu saco miras arriba al cielo, y te sobrecoges al  contemplar el majestuoso paramento de estrellas que te cobija.
Y aunque se releve algún que otro ronquido, lo percibes como un indicio a voces del placentero sueño de algunos.
A las cinco y media, antes del amanecer, diana.
Y lentamente comenzamos a remontar.
El camino es breve, y avanzas acompasado formando una hilera de luces, con la emoción al amparo de compartidas palpitaciones.
Y aunque vigilas cada paso con la luz de tu frontal, el suelo parece más dulce y tibio en la penumbra que a pleno dia
Y como un fonambulista que avanza con paso seguro y firme, te aquietas porque la oscuridad de la montaña hace figurar el sendero una enarbolada y resplandeciente cuerda, en la que tú caminas decidido  y firme.
Y te sientes feliz, porque los que marchan  a tu lado en silencio, comparten ese delirio matutino de ver amanecer.
Y te sientes satisfecho, porque sabes que eres parte de un grupo de gente única, unido por anhelos y voluntades.
Al llegar a la cima del Tozal de Guara, se desborda la euforia.
Todos quedamos fascinados por las luces precedentes al  amanecer.
Haces fotos increíbles, te sientas sobre una piedra, y aguardas a que el sol se abra ante tu vista con luz
tímida y lenta pero decidida.
¡Que espectáculo!
Un cielo dibujado con colores celestes, naranjas, y rosas, que lo hacen tan nostálgico y sublime, que se irradia en nuestros rostros, y eleva nuestras emociones.
Artificio, fantasía, realidad, o alucinación. No sabes bien, pero te da igual.
Un grupo de gente frente a un espectáculo donde solo recita el alba. Nadie más.
Asistimos atónitos al nacimiento de un nuevo día,
Un nuevo dia para cantar, para reír, para ser felices, o para comenzar de nuevo.
Previamente, nos habíamos alojado en un hotel de mil estrellas que el dinero no puede pagar.
Vinimos con incertidumbre e inquietud, y regresamos con confianza, compañerismo y renovada ilusión para buscar ese espíritu  que nos hace crecer y creer en los sueños.
Bajé muy complacido de la experiencia y el grupo.  Valió la pena.
Esto pinta bien una vez más.
La india nos espera, y deseo una vez mas, que sea un éxito de todos.
Porque el éxito es como este amanecer. Hay quienes lo esperan dormidos, mientras otros se levantan a encontrarlo.

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