martes, 26 de julio de 2016

MI LEYENDA DE GUARA:



Hace un par de semanas, estando a punto de tomar la salida de la Trail sierra de la Carrodilla en Estadilla, me llegó un mensaje al móvil de José Antonio Almunia (Periodista, publicista y amigo), que decía:
  
- “Javi, se nos ha ocurrido un reto loco. Buscar personas que escriben bien, y darles un título (todos el mismo), para construir una historia de unos 2600 caracteres, y publicarlas en nuestra revista. Si te atreves te doy el título”.

¿Cómo osó introducir la expresión “SI TE ATREVES”, en un mensaje dirigido a alguien que le fascinan los retos, y además es Aragonés nativo?.
Así que, sorprendido y a la vez alagado por que con semejante requisito pensaran en mí, le contesté:
   - “Me parece chulo”.
Como podéis ver, una respuesta intelectual, a la altura de un consagrado académico. Jajajaja.
   -“El titular es “447”. Me transcribió él.
Y acepté el reto.
En un primer instante, lo primero que me pasó por la cabeza fue un avión.
Dándole vueltas ya esa tarde mientras corría, pensé en aviones, números de habitación, matriculas, prefijos, dorsales de carreras, contraseñas, y en todo lo que se me viniera a la cabeza inspirado en esos números.
Pero a la postre, decidí coger la indicación estipulada del “447”, y olvidarla.
Sí; Opté por no partir de ella, si no encontrármela mientras inventaba un relato.
Asimismo, trasladadar el relato a mi terreno; a algo conocido, familiar y querido que me inspirara: “La Sierra de Guara”.
Así que me decidí por inventar una leyenda, y en el curso de la escritura de la misma, tratar de encajar esa combinación de números sobre la marcha.
Y el resultado fue este:

447 La leyenda de LOS GUARABUNDOS 

Cuenta una leyenda que el cielo es una gran cúpula de material compacto combado sobre la tierra.

Esta cúpula, está dividida en diferentes demarcaciones dispuestas sobre lugares mágicos, y cuando alguien muere conducen a través de ellas su alma al mas allá. Y cuenta esta leyenda, que una de estas demarcaciones está sobre la sierra de Guara.

Según esta leyenda, entre los límites de la sierra de Guara y el cielo existe un inmenso abismo custodiado por siete almas. Porque siete es el número mágico, el número dispensador de vida, y los pecados capitales.

Y desde los cuatro ríos que fragmentan esta sierra: Guatizalema, Flumen, Alcanadre y Vero, emergen cuatro senderos invisibles que conducen las animas hasta este abismo celeste. Cuatro por los cuatro elementos: agua, tierra, fuego y aire; o los cuatro puntos cardinales: norte, sur, este y oeste.

Cuatro invisibles arterias, que nacen en puntos ocultos bajo las aguas de estos ríos.

Y por esas aberturas, estos siete espíritus pasan de la tierra a los cielos y al revés, ayudando a las ánimas después de morir a cruzar al otro lado.

Al principio de los tiempos, estos senderos invisibles se hallaban tan accesibles, que muchas personas al cruzar estos ríos, desaparecían sin haber pasado por el tránsito de la muerte, y asomaban vivas en cuerpo y alma al mas allá, con lo que ello suponía. Así que las siete almas custodias, decidieron ocultarlos.

Para ello arrojaron desde lo alto del tozal de Guara, montones de enormes rocas rodando, formando hendeduras, simas, despeñaderos y laberínticos caos en los cuatro ríos.

Ocultaron tan bien estos pórticos, que a ellos mismos les costaba hallarlos.

Así que para poder encontrarlos, junto a cada uno de los pasos colocaron una roca sumergida con el epígrafe “CDXLVII”; 447 en números romanos. Cuatro ríos, cuatro pórticos, siete almas.

Desde entonces, guiaban las almas de aquellos que morían cerca o en estos ríos, quedando atrapados entre las rocas sin saber como salir.

Pasaron los años y no fue hasta 1938, en plena guerra civil, cuando algunos vecinos de Lecina manifestaron haber visto unos espíritus conduciendo las ánimas de los guerrilleros y maquis muertos por la comarca. Los llamaron “Guarabundos”.  

A dia de hoy nadie cree en leyendas, pero referiré que en 1993, un barranquista Francés desapareció en un sifón del río Alcanadre;  cuando ya se le había dado por desaparecido, se halló desorientado y confuso río abajo. Afirmaba haber visto bajo el agua una resplandeciente inscripción con números romanos, y juró que siete luces lo guiaron hasta emerger.

Asimismo, Ramiro, un pastor centenario de Bara, narraba que cuando era niño, escuchó un estrépito de golpes y correteos en la entrada de Gorgas negras, asomó, y vio a los siete Guarabundos jugando a la pelota con el cráneo de un jabalí.
Yo no creo en leyendas, pero dicen, que ese sonido silbante y disonante que acompaña a las tormentas de Guara, son sus voces intentando comunicarse.

Si los escuchas,  por si acaso debes contestar siempre con voz susurrante y suave.

miércoles, 20 de julio de 2016

El ANETO

Una llamada de teléfono con una pregunta:
-“Javi soy Juanma, voy de camino para allí con un amigo con intención de ascender el Aneto. ¿Nos acompañarías?”.
Y una respuesta:
-“ Si claro, encantado”.
 
“Tras colocarle la medalla, se lanza sobre mí,  o yo sobre él.
Nos abrazamos y comienza a llorar contagiándome, haciendo que llore con él, sintiendo como de repente nuestros dos corazones se funden en uno solo, y Juanma me dice: -“¡Lo hemos conseguido tío!...  ¡lo hemos conseguido!”.
Un momento mágico.
La magia de la vida nos es necesaria para vivir intensamente. Y esa magia siempre esta ahí. Es preciso crear nuestra vida sin límites, pensando que todo es posible. Sentirnos como un folio en blanco, en el que iremos delineando poco a poco acontecimientos como el que ha sucedido aquí con algo tan sencillo como un abrazo.”

(Fragmento de mi relato tras la maratón de Sables 2008).
 
En 2008 nos unió el destino en el desierto Marroquí. Y fue ese mismo destino el que quiso que compartiéramos muchos momentos de carrera, y nos abrazáramos y lloráramos juntos al finalizarla.
Poco tiempo después, volvimos a fundirnos en un sentido abrazo y a llorar de emoción a su llegada a meta en la Ultra Trail Guara Somontano de Alquézar que yo coorganizaba.
Y este pasado sábado, como no hay dos sin tres, demandamos ese sincero y emocionado abrazo en la cima del Aneto.
Siempre hemos mantenido el contacto, y realizado más de un encuentro; varios aquí, y uno en
Aneto con Miguel 1985
Torrevieja de donde es oriundo Juanma.
Incluso como no,  lo he llevado de barrancos con su familia. Por todo eso, Juanma ya es un amigo de esos que sabes que lo será siempre.
¿La pasión por algo (correr, subir montañas, bajar barrancos, viajar, etc.) es racional? ; Puede, pero lo normal es que no lo sea.
Esta nace en un momento de tu vida, en cierta microscópica neurona, y ante algún estímulo se detona con todas sus consecuencias.
Y de repente, eso es lo más importante en tu vida.
Durante un tiempo es el patrón que agita tu cuerpo y tu alma.
De este nostálgico modo recuerdo cuando desde los quince/dieciséis años hasta los veinte y pico, me dio por ascender tres miles. Coleccionarlos sí.
Después como consecuencia o como progresión sobrevinieron los Alpes, los Andes, el Pamir, el Himalaya, y lo que resultó.
Ahora mis ascensos a los tres miles son más ocasionales, y normalmente para acompañar a alguien. Aunque en pocos años, me gustaría reeditar muchos de ellos junto a mi hija (si ella quiere.)
De todos ellos el mas deseado es el Aneto simplemente por ser él más alto.
Verdaderamente no sé cuantas veces lo he subido. No llevo la cuenta de nada de estas cosas. No pocas, aunque tampoco ninguna barbaridad como podría ser las veces que he bajado el río Vero.
Si que recuerdo la primera en 1983;También la primera con Miguel y mi hermano Jorge en 1985, y como no, la última hasta ahora este pasado sábado 2016. En invierno, en verano, solo o conduciendo algún grupo, caminando, escalando, o con esquís.
Pero esta vez era para acompañar a un buen y querido amigo. Un motivo siempre gozoso.
Y si, disfruté muchísimo por mí mismo, pero todo acrecentado por poder conducir, ayudar a Juanma, y su amigo Dani a cumplir su objetivo.
Dios los cría y ellos se juntan; Dani encantador y dispuesto en todo momento con una sonrisa, que revelaba lo feliz que era.
Además también conté, con la irreemplazable compañía y ayuda de Miguel; un “AMIGO” con mayúsculas, con el que ya llevamos juntos mas de uno desde ese ascenso de 1985, y los que vendrán. 
Por otra parte, sé que a Miguel siempre le hace especial ilusión ascender el Aneto, porque su padre formó parte de la histórica cordada que subió e instaló la virgen de la cima en 1956; Justo este, hace sesenta  años.
Dia de (16-7-2016):
Madrugón, autobús, e inicio de la ruta en el Plan de Besurta a 1920 metros de altitud a las 5.15 h.

La carretera desde el Hospital (donde nos alojamos), hasta el plan de la Besurta se encuentra cortada durante los meses de verano (hasta el 14 de septiembre) por la gran afluencia de público. Por tanto durante estos meses se habilitan autobuses cada media hora, que realizan este recorrido en poco más de 15 minutos.
A partir del  plan de la Besurta, y en cuanto abrieron las puertas del autobús, me figuró la salida de una Ultra Trail. Todo el mundo apresurados progresando hacia arriba como si hubiera controles de paso, o cerraran la cima. ¡¡Buuuffff!!. Dependiendo del paso, te esperan de cuatro horas y media a seis de ascenso, mas el descenso. Como para ponerse nervioso pidiendo paso...
¡Me agobian estas situaciones de masificación!. Será que me vuelvo raro, o viejo. “¡Cambia el chip y disfruta!”,  Me repetía a mí mismo mientras caminaba en silencio.
En unos 35 minutos ya pasábamos junto al refugio de La Renclusa a 2.160 metros de altitud (el refugio más alto de los Pirineos hasta hace muy poco que se inauguró el de Llauset ).
Desde allí, seguimos el abrupto camino de piedras marcado por hitos y como no, una categórica y resplandeciente hilera de luces frontales.
Con paso amable pero continuo, vigilando las sensaciones de Juanma y Dani, que eran buenas, ascendíamos sin prisa pero sin pausa, charlando sobre todo de su temor al paso de Mahoma.
A la altura de los Portillones, que se elevan desde la base del pico de la Renclusa hasta el Pico de la Maladeta, decidí atravesar la cresta desde el Portillón Inferior (2738 m) al Portillón Superior (2870 m), para acomodar su vista al vacío, madurar un poco su confianza, y que así después no les impresionara tanto el paso de Mahoma.
No sé si funcionó mi plan psicológico, pero atravesaron la cresta con prudencia, eficacia y casi hasta con oficio. Aprobados, pensé.
Una vez franqueado el Portillón superior, tras 4 kilómetros y 2:30 horas de ascenso, asomó por delante el amplio y majestuoso glaciar del Aneto situado a 3050 metros de altitud.  Sus caras eran un himno a la impresión y la emoción. Hay que entender, que nosotros estamos acostumbrados, pero para ellos era la primera vez que caminaban por un glaciar.
Seguro que la primera vez, aunque ya no nos acordemos, igualmente nos impresionó.
En este punto, ya despuntado el día, les sugiero que se pongan las gafas de sol, y Juanma descubre que las ha olvidado en el hotel.

¡Mierda!. Sé que es inviable pasarse unas horas marchando por el glaciar un dia tan soleado como hoy sin gafas. Si lo hace, se expone a unas mas que seguras graves lesiones oculares causadas por la radiación del sol y su reflejo en la nieve.
¡Piensa! Me digo. Normalmente, cuando acompaño a un grupo grande, siempre llevo un par de gafas de recambio, pero esta vez, la relajación de ir entre cuatro amigos, ha hecho que me aquietara y cometiera el error de no hacerlo.
Inmediatamente, recuerdo una vez que haciendo esquí de montaña, uno del grupo se olvidó igualmente sus gafas, e improvisé unas con un trozo de cartón del embalaje de una caja de quesitos, recubierto con papel de aluminio de un bocadillo, inspirándome en las gafas para glaciares que utilizaban los primeros montañeros, que como cristal tenía una lámina metálica opaca color aluminio para reflejar la luz, y veían a través de unas pequeñas rajas en forma de estrella.
En esas, recordé que en el estuche de mis gafas llevo unos cristales de repuesto, que ensamblados con esparadrapo que llevaba en el botiquín, podrían sacarnos del apuro. Y funcionó. 
Juanma atravesó el glaciar sin problemas, con unas expeditas gafas ultimo modelo ovilladas en su cabeza con esparadrapo.
Superado este trance, ya con crampones y por un glaciar aun con suficiente nieve para atravesarlo cómodamente en diagonal, nos dirigimos caminando gradualmente hasta el collado de Coronas (3198 metros de altitud). A partir de aquí el último tramo de fuerte pendiente hasta la antecima.
Tras este tramo cuesta arriba que superamos sin dificultad, nos situamos a 3.250 metros de altitud, y nos enfrentamos al temido desafío de Juanma: "El Paso de Mahoma".
Un paso de unos 50 metros de longitud, que aunque de poca dificultad técnica objetiva, lo aéreo y expuesto de su enclave, hace acentuar el temor y embarazo al atravesarlo sobre todo a personas con vértigo. Eso sí, siempre hay que tomarlo sin temor, pero con respeto y prudencia. Y ante la duda, encordarse.
Tuvimos la fortuna de llegar en un momento que estaba despejado y no pasaba nadie. En consecuencia, como estábamos dos veteranos y conocedores (Miguel y yo), con dos novatos pero habilidosos (Juanma y Dani), determiné atravesarlo secundando cada uno de nosotros a cada  uno de ellos; por parejas. No abrumarlos con cuerdas, y salvarlo sosegadamente, con prudencia y con facilidad.

Superado el Paso de Mahoma llegamos a la cima del Aneto (3404 m) tras 7 kilómetros y 5 horas de caminata. Emocionante.
¿Cómo explicar lo que se siente cuando te abrazan con manifiesta y sincera emoción y te exclaman: “Gracias por hacerme feliz?...No hay palabras.
Solo sé que tras ese gran estimulo quedas herido. Herido de esperanza. Y se adueña de ti una combinación de satisfacción y bienestar.
Miras, mides, estas, suenas, sueñas,  y sucedes. Intentas captar el instante, retenerlo en imágenes y fotografiás para hacerlo inmortal.
Por deliberada omisión o por improvisada acción,  por un instante vives en unos márgenes imaginarios y libres.
Ha sido su elección apostar contra sus miedos y a favor de sus ilusiones. Miguel y yo, en esta ocasión hemos sido los afortunados testigos de ese milagro de felicidad que da haber conseguido un sueño.
Soñar, pensar, ¿qué diferencia hay?.
 No sabemos si lo soñado es pensado, o lo pensado fue primero soñado.
Pero lo que ayer era un anhelado sueño hoy, ahora, es realidad.
En la mayoría de los casos, el deporte de aventura, el montañismo, nace de la expresión de alguien que se cree capacitado para enfrentarse a lo misterioso y aceptar e incluso disfrutar la convulsión interna de un ser deseoso ante un destino que desconoce, y a la vez, de manera callada, teme.
Afrontar un desafío, sabiendo que el único final posible es la meta o el éxito, haría perder ese fulgor de hazaña e incertidumbre, que tanto nos motiva.
Esta travesía, este dia, ha sido extraordinario por tantas cosas. Gracias Juanma, Dani y Miguel por compartirlo conmigo.






martes, 12 de julio de 2016

TRAIL SIERRA DE LA CARRODILLA

El sábado participé en la Trail Sierra de la Carrodilla de Estadilla. Carrera sencilla y familiar. Pero no
nos equivoquemos; la sencillez sólo se logra a través del trabajo duro.
Una carrera concebida por un buen amigo (Fernando Latorre),  proyectada entre y para amigos, y con la cooperación y la afabilidad de todo el pueblo de Estadilla con su alcaldesa Carmen Sahún al frente. Y eso se percibe desde que llegas.
Por eso, aunque cada vez me apetezca menos participar en competiciones a no ser que por algún motivo especial se me antoje,  en esta decidí hacerlo. Este año incluso les diseñé un logotipo para la ocasión.
9 de julio. El entusiasmo y energía del pueblo de Estadilla refrigeró, pero no amortiguó la calda que caía a plomo a las siete y media de la tarde cuando se dio la salida a la carrera mas larga de 26 Km.
Mis rodajes son habituales (unos 15 a 18 Km), y mi forma física mantenida y buena, pero cuando no proyecto nada en particular, que preparo mas meticulosamente, evidentemente no tengo la cadencia de carrera de quienes regularmente participan en ellas.
Así que opté por la cordura, y decidí afrontarla como si se tratara de una salida con amigos, o un entrenamiento mas, o al final podía pagarlo.
Proyectaba llegar lo mas entero posible a los últimos kilómetros. Si lo conseguía, una vez allí y por el tramo mas corrible de pista, trotar cómodamente hasta meta.
Y así lo hice. Con estos objetivos previos  e hidratándome bien, en ningún momento extenuarme y sobre todo no sufrir. Que mi respiración fuera normal y cadenciosa en todo momento, con un trote casi permanente pero cómodo.
Cumplidamente, saliendo con parsimonia y paciencia, esta estrategia me reportó el séptimo puesto de la general, y primer “veterano”.
Lo mejor no fue esto (no lo esperaba); lo mejor fue, que como me propuse, no sufrí ni un solo metro, y disfruté de todo el bonito recorrido por la sierra de la Carrodilla.
Me contenté durante el mismo con las sensaciones, el paisaje y caras conocidas y de buenos y queridos amig@s en carrera o en los avituallamientos (Que alegría ver a Carmeta y José en la Ermita); Los ánimos, la sonrisa de unos amigos, hacen que el sentimiento de deleite y agrado se acreciente.
En la segunda subida a Buñero, la carrera me unió con Pablo, un chaval de Zaragoza, que comenzó a detallarme sus ganas, su obsesión por subir tres miles, o progresar en distancias cada vez mas largas en carreras de montaña.
Me recordó a mi mismo hace mas de veinte años... jajaja
 –“Casi voy a cumplir veintinueve años, me señaló”....
Yo, casi a punto de cumplir cuarenta y nueve, me mordí la lengua...
Llegaba a el punto clave que me había marcado(15 Km. y ultimo desnivel), y  subíamos sin pausa, pero charlando tranquilamente. Entendí que mi estrategia estaba funcionando.
Después, ya por la pista descendente trotando, inspirado por esos veinte años de edad que nos separaban con mi compañero, como siempre me dio por reflexionar y abstraerme:
¿Con qué propósito se lanza a correr ahora tanta gente?...
Verdaderamente me da igual, pero, por desgracia me huelo que muchos lo hacen únicamente para competir. Ya sea contra sí mismos o contra otros.
Y como propósito para iniciarse no está mal; para eso cualquier pretexto sirve.
Pero cuando este se convierta en el único medio de lograr ese anhelo de correr, al final perderás el interés, y el agrado de hacerlo.
Porque si únicamente sales a entrenar por ese ansia de competir, rebajar tiempos, incluso llegar al podium, o participar en carreras extremas para averiguar dónde está tu límite, y/o satisfacer tu ego, no obtendrás el verdadero beneficio que el correr puede darte.
Para colmo nos fijamos en atletas de élite, y no como ejemplo de superación, si no como objetivo, sin darnos cuenta que no todos somos iguales ni tenemos las mismas capacidades ni características físicas.
Desacertadamente, muchas veces, el mecanismo que nos impulsa se llama “ego”. Y aunque con veintitantos años es normal, este Ego nos incita a hacer las cosas por pura ansia.
Para sorprender a los amigos con nuestro progreso o poderío. Y por eso nos apuntamos a carreras imposibles donde se sufre. Porque eso nos hace sentir súper hombres o súper mujeres.
Lo que necesitamos realmente es  autocontrol. Porque en este tipo de carreras, el precio de la ambición es dolor. Incluso si te sale mal esa apuesta, aparece la frustración.
y si correr no te divierte, abandonarás.
Corre para divertirte. Y si mientras lo haces averiguas que eres un súper atleta, ¡adelante!.
Ve progresando poco a poco, y no te creas súper nada solamente porque vas a participar en una carrera mas o menos larga.
Me disgusta cuando alguno de los que participan en distancias mas cortas se auto ningunean careando su distancia con las mas largas. ¿Por?... Todas tienen el mismo mérito.
Sea la distancia que sea, si tu carrera no es divertida, descubrirás que lo bueno que hay en correr no aparece.  Y un corredor torturado, martirizado, tarde o temprano abandona.
Correr es una forma de vida; De vida sana. Y la vida sana tiene que ser divertida. El juego es el proceso, ganar (en raras ocasiones) tan solo una consecuencia.
En todo esto pensaba mientras trotaba disfrutando por una embarrancada senda alrededor del kilómetro veinte. ¡Soy raro!. ¡Lo sé!.
Llegue al último avituallamiento y vi cerveza, pedí y me invitaron (¡Gracias!).
A partir de allí, como había previsto, disfruté tranquilamente trotando por la pista mientras observaba ponerse el sol.
Al entrar al pueblo me aguardaba el mejor premio: El abrazo de Fernando, Carmen y muchos amigos más. 
Después todo sumó para redondear la jornada: El gran ambiente, la cena, y la felicidad de gente modesta, humilde, con ganas de vivir un ratete y compartirlo.
Mención especial a David por su gran carrera (estabas donde merecías estar no lo dudes);  a Bárbara, que además de no abandonar cuando la cosa se tuerce, lo afronta siempre con una gran sonrisa; a José Luis, porque pese a lo que él le pueda parecer por su sencillez, es un gran ejemplo de todo lo que he escrito antes (disfrute y humildad); y a Lucia por su tesón, y la evidencia; saliendo a disfrutar, sin pretenderlo, consiguió su primer podio.
A los que piensan que no pueden participar en carreras mas largas, les daría un principio muy simple: entrenar si, pero  “Corre dentro de tu respiración, no corras delante de ella”. Entonces, disfrutaras y serás capaz de correr casi incansablemente.
Conviértete en corredor gradual, paciente y relajadamente.
Gracias Estadilla y Fernando por esta pequeña gran carrera de ambiente inmejorable.

miércoles, 6 de julio de 2016

LOS BARRANCOS DE GUARA CONMIGO

Una nueva temporada, y no puedo mas que rescribir y reeditar este perpetuo post:
Admiramos las cosas por muchos motivos, pero las amamos sin razones.
Porque lo que nos impresiona, nos impresiona una sola vez; sin embargo lo que nos resulta extraordinario, cuanto más lo contemplamos, más nos lo resulta.
He filmado ya los barrancos más populares de Guara: Formiga, Gorgonchón, Oscuros del Balcés, Mascún,  Peonera, Vero, o Gorgas Negras.
Para mí, son barrancos cargados de recuerdos, nostalgia, y vivencias.
El Vero fue mi primer barranco, y es el que más veces he descendido en mi vida.  Por muchas razones también es en el que más me deleito. Unas sinceras, propias y afectivas, otras como para muchos, evidentes y perceptibles.
Incluso, creo que mi pasión en general por la aventura nació allí en sus entrañas.
Cuando tenia no sé bien si trece o catorce años, me condujeron allí por vez primera dos de los monitores del por entonces grupo Scout de Barbastro, que eran también miembros de montañeros de Aragón en Barbastro: Carlos Jurado y Juan Jaime Leache. Jamás lo he olvidado. Esto era más o menos sobre el año 1980/81.
Sorprendentemente, a Juan Jaime he tenido el placer de guiarlo, treinta y cinco años después.
Dentro de lo mal que lo pasé aquel día debido a las gélidas aguas y mi enclenque complexión, al finalizar me figuró la aventura más extraordinaria que había vivido en mi vida. Era el lugar más extraordinario que había visto jamás. Amor a primera vista.
Y que conste que cuando me introduje en la primera poza de los oscuros y el frío me amedrentó los testículos y me guillotinó la respiración, quedé tan agarrotado, tan paralizado,  que me juré no volver a pisar jamás un barranco.
Está claro que no lo cumplí.
Por entonces se descendía en bañador, camiseta, calcetines, y eso sí, bota de vino.
Haciendo gala de veteranía, el bañador lo engrosabas con algún viejo recortado pantalón tejano, para así arreciar la culera y preservarlo del roce.
Como forma de prever los restregones por el pecho con las interminables piedras, alguna ajada camiseta; Para evitar que se colaran tantas piedrecillas en las zapatillas de deporte o Chirucas de tela, unos calcetines; y para enardecer y vivificar la entraña, bota de vino.
También material recomendado por entonces, era algún tipo de barquita, colchón hinchable o cámara vieja de camión, que al final siempre constituía más una molestia que un apoyo.
Como antítesis a nuestra proletaria equipación, observábamos ya por entonces algún francés equipado con traje de neopreno, que, “provocaba nuestra burla”:
-“¿Qué hará este Gabacho disfrazado de hombre rana en un río?”.
¡Era insólito!. Pero, muy al contrario de lo que nosotros creíamos, ese francés era el acertado, el sensato, y seguro que tenía mucha más experiencia que nosotros. El tiempo le dio la razón.
Nosotros, los trajes de neopreno solo los habíamos visto en la tele, en los documentales de Jaques Cousteau, y efectivamente los relacionábamos con el mar. No con un río. 
Eran trajes de buceo. No existían aún los trajes retocados y reforzados específicamente para barrancos que aparecieron unos años mas tarde.
Los franceses habían explorado y dado a conocer estos maravillosos cañones de Guara mucho antes que nosotros, y en Francia eran muy populares en los círculos de montaña y espeleología.
Cuando aquí aún comenzábamos a conocerlos, ellos tenían ya una guía con sus reseñas editada en Francia.
Como anécdota relataré, que por aquel entonces en un menos transitado que hoy río Vero, las Francesas practicaban mucho el toples.
Tanto, que algún lugareño se llegaba por senderos desde Alquezar hasta alguna badina, equipado con su caña de pescar con sedal, corcho, pero “sin anzuelo ni cebo”. Allí “no muy disimuladamente” ojiplático, miraba  pasar a estas francesas con sus pechos al aire, avivados por el agua fría.
Hasta creo que aprendí a escalar abrazado a sus paredes como una lagartija en algunos de sus pasos evitando el agua.
Por cierto que por entonces, y durante muchos años, al terminar, como colofón, se saltaba la presa (donde las famosas pasarelas actuales). Entonces cubría.
Cada año desde ese primero nunca he faltado a mi cita con este río, descendiendo al menos el Vero. Pero también me introduje en al Balcés y el Mascún (aún en bañador y camiseta).
El año 1990, por medio de montañeros y la escalada, conocí a Pepe Chaverri y nos hicimos amigos.
Me ofreció ayudarles y trabajar junto a él y Alfredo Vivés durante mis vacaciones de verano en el camping del Vero en Alquézar regentado por el visionario Jose Luis Solana, y en el camping del Puente de Rodellar que casi acababan de inaugurar los entrañables Fina y Pepe.
Así, que en la práctica, tuve los dos mejores instructores que se pudieran tener, sobre todo en actitud, correspondencia y procedimiento. 
Esos años reforcé mi experiencia en los barrancos ya sabidos, y aprendí bien los que aún no conocía.
En el camping, a diario nos afanábamos por convencer a la gente para que nos contratara como guías (ya con neopreno), porque entonces no era normal.
Y fue difícil. Porque por entonces, solo se concebía un guía para la alta montaña, para los Alpes, pero para ¿un río?.
Poco a poco fuimos guiando grupos, disciplinándonos en esa habilidad, y puliendo entre todos el camino dentro de cada barranco, cada paso.
Obramos diseñando cada recorrido, con la mejor técnica que se nos ocurriera para conducir a la gente contenta, pero sobre todo “ilesa”.

Pasaron unos años, unos veranos, y poco a poco todo cuajó y poco a poco nacían mas empresas de guiás y aventura..
Fueron años despreocupados, plenos, y llenos de anécdotas, vivencias y experiencias, donde vimos, en cierto modo formamos parte, de la evolución del barranquismo en el fondo y en la forma. La equipación y la técnica.
Yo cada verano fiel a mi cita, seguí ayudando a mis amigos Pepe y Alfredo, tras la creación de su propia empresa: “Milorcha”.
Hasta diseñé y dibujé su logotipo, pero nunca me planteé dedicarme de lleno a ello, porque siempre deliberé, aún lo hago, que si lo convertía en mi modo de vida, perdería esa ilusión. Ilusión intacta a dia de hoy.  


En 1993 yo fui vocal de escalada y barranquismo en mi club Montañeros de Aragón Barbastro. Este año se creó por parte de la federación aragonesa de montaña el primer comité de barrancos de una federación Española de montaña, cuando aquí, en nuestro club ya organizábamos los primeros cursillos de descenso de barrancos para los socios.
De hecho, no fue hasta 1999 cuando vio la luz un primer manual técnico de descenso de barrancos.
Sumergido en estos barrancos, soñaba con nuevas gestas. Y fui llevando a cabo algunas de ellas, e incluso utilizándolos como lugar de entrenamiento para ellas.
Ahora,  treinta y cinco años después de esa primera vez, tras centenares de descensos realizados, cientos de personas conducidas, y algunas vivencias y aventuras por el mundo, mi idilio sigue intacto. 
Fueron, son, e imagino que serán, la entraña y el espíritu de un chaval y sus lógicas ansias de andanzas, para poco a poco convertirse en una pasión por hacer, pero sobre todo por aprender y compartir.
Porque la pasión es una emoción importante que encierra entusiasmo e inclinación por algo, y por eso se dice, que a una persona le apasiona algo cuando establece una fuerte correlación con algo.
Este es mi caso. Me apasionan muchas cosas, si,  pero una muy importante son los barrancos “de Guara”.
No cualquier barranco, “los de Guara”. Mi tierra.
Y cada año me reedito. Como cuando se visita a un gran amigo sigo fiel a esa cita. Solo, acompañando gente, o ahora para grabarlos.
Porque   gracias a las nuevas tecnologías, los puedo grabar casi como yo los veo, pero sobre todo casi como los siento.
Y de un modo nuevo, diferente, seguir compartiéndolos con el propósito, el deseo, de que estas grabaciones sean para mí  como esa  desgastada foto de un viejo amigo que contemplaré suspirando dentro de muchos años.
Al mismo tiempo, y de forma visual, poder guiar hasta ellos a gente que por otro medio no pudiera conocerlos.
Los barrancos de Guara han sido, son y serán, parte de mi vida.

PD: Curiosamente el primer descenso integro que se realizó del río Vero, lo realizó el Dr. Paul Minbielle y su hijo (Franceses), el año 1967.
El año que yo nací...