jueves, 17 de marzo de 2016

23 MARATÓN DE SABLES (2008) (1)


Mi osada andadura como escritor aficionado, comenzó hace ocho años cuando tras participar en el maratón de Sables, me asaltó la imperiosa necesidad de relatar, de escribir con pelos y señales lo que viví allí durante aquella semana del 2008.
Desde ese día por medio de este blog, seguí compartiendo mis escritos o “necedades”, y a narrar todos los viajes o aventuras, por medio de manuscritos de los que surgían después guiones para los audiovisuales.
Pues bien, ocho años después he querido releer este primero, con ello recordarlo, y he decidido en parte corregir u ordenar (solo un poco) el relato, e irlo re-publicando de nuevo paulatinamente.
Mismamente comienzo por el principio:


23 MARATÓN DE SABLES
Por Javi Subías:

Saben los que me conocen, que me acerque a Sables con curiosidad; con la incertidumbre de una persona que no le gusta competir.
Me acerqué en un momento de mi vida que precisaba hacerlo. 
Pretendiendo únicamente un desafío personal como el que nos proponemos los montañeros cada vez que escalamos una montaña.
Así que partiendo de esa necesidad, y este particular punto de vista, ajuste hipotéticamente la carrera a mi medio más habitual, y la proyecté como una progresión diaria hacia una imaginaria cima que solamente estaba en mi cabeza.
Para ello, figuradamente transformé las etapas en campos de altura, y la adaptación al caluroso desierto y el esfuerzo, en aclimatación.
Pero sobre todo, como siempre hago con todo aquello que emprendo, llegué imbuido en una gran ilusión, sugestionado, y con el propósito de profundizar todo lo posible en la humildad y el compañerismo.
Desde primer día, procuré aprender sobre el terreno y de mis compañeros. 
Traté de vislumbrar cómo  reaccionaba mi cuerpo y mi mente a este descomunal esfuerzo, a la rutina o el cambio de esta, y de alguna manera equilibrárselo.
Sé de antemano y por experiencia la importancia de la mente, la serenidad y la ausencia de premuras ante cualquier desafío.
Para estar allí, habían superado cinco meses de duro entrenamiento y sacrificio, corriendo hasta ciento ochenta kilómetros semanales: sin trasnoches, con madrugones, sin esquí, sin escalar. Todo por un sueño de siete días en una prueba que solo unos pocos pueden experimentar cada año.
Yo tenía la fortuna de hacerlo durante este año 2008, y no podía desaprovecharlo.
  "La única manera de conocer los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo que té parece imposible".

1.    MI MARATÓN DE SABLES (Capitulo 1) "Hacia el desierto"
Las primeras evoluciones de esta, e imagino que de otras carreras similares, son íntimas y fraternales.
Primero la cariñosa despedida en  Barbastro, con los deseos de buena suerte de los que te quieren. Después, la llegada al aeropuerto de Madrid.
Allí en Madrid,  en el aeropuerto, me fui topando gradualmente con los que serian mis compañeros de aventura.
Éramos inconfundibles; ¿quién se pasea por la T-4 con esa extraña mochila con pechera característica de la maratón de las arenas, precisamente dos días antes de comenzar esta extraordinaria carrera?.
Nos observábamos de reojo, introvertidos, e  imagino que especulando: -“ ¡Jo! que fuerte parece ese, o que atlético ese otro. ¿Sabré bien donde me he metido? ¿Estaré a la altura?”. Al menos eso era lo que pasaba por mi cabeza.
Tras unas excitadas horas de espera, y con cuenta gotas, fueron apareciendo todos los miembros de esta cruzada, y por fin tomamos el vuelo a Casablanca y después otro interno a Ouarzazate.
Durante los vuelos, sometiendo esa vergüenza inicial, cada uno va intercambiando charla con las personas que le tocan en suerte en los asientos contiguos, intentando disimuladamente sondear e ir compilando información, o bien contar sus propias batallitas.
Si bien los métodos, las historias, son como los culos; “todo el mundo tenemos uno, pero nadie quiere conocer realmente el de los demás”.
El peso de  la mochila parecía el tema que más nos obsesionaba a todos.
Para mí, o desde mi punto de vista, es un error juntarte con alguien que ya ha corrido aquí, y dejarse influir por él. Porque creo que nada son matemáticas exactas. Y lo que es bueno para uno, quizás no lo sea para otro.
Sobre todo en cuestiones de material: - “No hace falta esterilla, ni chanclas, ni casi comida, ni...
¡Miedo!. De repente te invade el miedo y piensas: -“¿Me habré pasado?, ¿Me habré equivocado?”.
Cuando esto me ocurre, enmudezco, me recluyo en mis pensamientos, y acaricio mi anhelo.
Pienso, si hay voluntad y valor, todo es posible. Máxima aplicable a cualquier reto deportivo, a cualquier sucedido de tu vida diaria, y como no, a esta "maratón de Sables".
Así que automáticamente discierno:
 - “Es mi viaje, mi Sables y he de vivirlo a mi modo; con mis aciertos y mis errores”.
Llegamos al hotel de Ouarzazate de madrugada.
Como casi todos habíamos madrugado para llegar a Madrid desde nuestros lugares de origen, y los vuelos se habían retrasado, el viaje finalmente resultó largo y agotador.
Sin embargo y pese al cansancio, en todos se advertía ese brillo especial que se imprime en los ojos de quien está a punto de comenzar un sueño... su sueño.
Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños.
La vida... bueno, no estoy en condiciones de enseñar que es la vida, pero si de disfrutarla y ser para ella algo fresco todo el tiempo; ser un gran descubridor y ella mi incógnita permanente.
Disfrutar, sorprenderte y descubrir, es lo que trato de hacer cada vez que me encamino aun nuevo reto, bien sea en la montaña,  o como en esta ocasión, en una carrera por el desierto.
Me toco (también en suerte... buena suerte), compartir habitación con Jaume Tolosa de Roda de Ter (Barcelona). Como era muy tarde y no nos dieron cena, compartí con él una longaniza seca de Graus que llevaba en mi maleta, que nos rehízo el estómago y nos reanimó para una amistosa charla nocturna.  
Insólitamente, al final de toda esta historia finalizamos en la clasificación general en puestos consecutivos. ¡Qué casualidad!
A la mañana siguiente, nos procuramos una última ducha como si fuera permanente. Como si restregándonos y limpiándonos bien, el pulido nos fuera a durar una semana seguida.
Todos nos reunimos en la puerta del hotel, y allí fuimos formando una caravana de autobuses y todo terrenos, para partir organizadamente hacia nuestro destino 350 Km. al sur.
Ocho horas de paisaje yermo, desértico y áspero, salpicado con alguna primitiva vivienda de adobe, algún camello o pastores con sus rebaños.
Y desaliñados niños que saludaban sonrientes agitando sus brazos al paso del convoy.
Rebaños en medio de la nada, que me hacían pensar:-“¿Qué coño comen esas ovejas? ¿arena?¿escorpiones?”....
En una primera parada para hacer aguas menores, el bodegón que se crea alrededor de los autobuses es muy curioso a la vez que surrealista: Los chicos a la derecha de los autobuses. Un montón de adultos componiendo una gran columna, por nacionalidades, apuntando con sus... al solitario desierto, rivalizando ya a ver quién aleja más.
Y como si de algo coordinado se tratara, las chicas a la izquierda de los autobuses. Ellas lo tenían peor. Imaginar una extensa llanura desértica sin ningún lugar donde ocultarse.
Allí descubrí asombrado, que esa ironía algo "machista" que apuntábamos de broma con mis amigos antes de partir para Sables: -"Allí las chicas que van deben mear de pie", era cierta. Algunas meaban de pie.
Bueno, tras estas anécdotas,  y algunos cientos de escorpiones salpicados más, durante nuestras periódicas paradas para miccionar (Menos mal que los escorpiones no brincan), dejamos la carretera, para por medio de una pista, llegar por fin al vivac.  Entonces todos, como perturbados comenzamos a aplaudir.
El lugar es impresionante. Parece una base lunar, o esos áridos planetas visitados por Luque Skywalker en la Guerra de las galaxias.
Todo está dispuesto alrededor de un eje natural, que determina una enorme cubierta esférica hinchable, sitiada por un conjunto de grandes carpas blancas, un imponente parque móvil con más de cien todo terrenos, dos helicópteros y una avioneta.
Camiones, camellos, y a lo lejos, alineadas de a dos formando un gran semicírculo, nuestras opacas y sencillas jaimas.  Figuran una gran avenida de humildes casitas unifamiliares grabando en su centro una enorme glorieta.
Organizadamente, nos adjudican los números de jaimas para la colonia de españoles.
Nos dirigimos para allí y nos vamos repartiendo en grupos de seis u ocho personas en cada una de las jaimas asignadas.
Los que van en equipo lo tienen más fácil. Los que no como yo, nos vamos agrupando como nosotros mismos o arbitra la casualidad.
Yo tuve la fortuna de conocer en el aeropuerto a Juanma de Torrevieja Alicante, y conectamos durante el viaje, (hubo flechazo...). Siiiii, Torrevieja; destino donde regalaban apartamentos en el Un Dos Tres. 
El pobre Juanma aguantaba esta guasa de todos al conocer su origen, y la aguantaba pacientemente con la mejor de sus sonrisas.
También me uní con Carlos “Zanoni” de Pinto (Madrid). Con sesenta años que no aparenta, es el más mayor de nuestra Jaima. Hoy en día, y generalizando, lo definirían como metrosexual, pero en su caso etaria mejor definido como un dandi; un caballero en las formas, y en el fondo de los que ahora ya no existen.
Con ellos dos había contactado por Internet meses antes, en un foro  donde nos íbamos dando consejos y previniendo, con los sobrenombres de Piltrafas, Zanoni y Javiaragon.
Los otros que formaron parte de nuestra Jaima fueron: 
Joaquín: una gran persona de esfínter un poco flojo, obsesionado con la montaña y con que lo guiara el siguiente año hasta la cima del Mont Blanc.
Jorge: un médico madurito, que parecía sacado de una telenovela; otro dandi en el mejor sentido
Y Luis: en sí mismo un monopolio de diversión, que desde el primer día nos deleitó con sus ocurrencias e inspiradas frases. Como por ejemplo: -"Vamos a pasar más hambre que un caracol pegado a un espejo", o " Sables no es Bambi".
Entre los seis, constituimos la "Jaima 8", contigua a la animada Jaima andaluza, y a tres Jaimas de la más mediática, ocupada por el popular ex futbolista y hoy exitoso entrenador de Barcelona Luis Enrique y su grupo.
Pero, como bien dijeron nuestros vecinos andaluces, la gente estaba demasiado preocupada, y debíamos  empezar a reír.
Así que como ya tiempo antes pactamos desde el foro de Internet, colocaron un mantel frente a su Jaima, y sobre el mantel plantamos una miscelánea de jamón de Andalucía y Aragón, queso, longaniza de Graus, mojama de Torrevieja, y como no, cinco botellas de auténtica manzanilla del sur.
Paulatinamente, y como no podía ser de otro modo con este bodegón, el ambiente se fue distendiendo, e incluso los italianos (que eran nuestros vecinos más cercanos), miraban impresionados nuestra improvisada y particular feria de Abril.
A continuación de esta familiar fiestecita, y la cena todavía proporcionada por la organización,  donde vimos gente variopinta y muy dispuesta, incluso disfrazada de Superman, o con frac, nos fuimos poco a poco ocultando en el interior de nuestros sacos, para velar nuestras particulares meditaciones.
Había sido un día emocionante, largo y cansado.
Sólo podíamos conocer la fuerza de este señalado viento que ahora se nos aparecía, tratando de caminar contra él, y no dejándonos llevar.
CONTINUARA....

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