La
complicidad se ambiciona, la amistad se manifiesta, y el cariño espontáneo
siempre sorprende.
Palabras
casi reiterativas que año tras año
escribo tras el proyectado viaje de aventura con unos siempre fabulosos
acompañantes.
Esta
vez, con la nostalgia de cuatro inesperadas bajas de última hora debidas a
repentinos imprevistos, y otr@s de algunos fijos, que por unas u otras
circunstancias, en esta ocasión no podían acompañarnos.
En su
nombre, Nuria, África, Fernando, Esteban, Martín, Juan Jaime, Pili S., Pili M.,
Javier A., Rosana, y yo mismo, Javi, hemos forjado otro año más, gozo,
palpitación, aventura y sobre todo gratitud.
Como
cada año, muchos sentimientos se aúna en mí tras nuestra experiencia. Esta vez
en Perú: Evidencias, ilusiones, deseos, sueños, superación, y asimismo temores,
que nos han reportado por el abra de Salkantay, hasta las ruinas de Machu
Picchu.
Ahora
todo parece un espejismo; Memoria de abrazos, palpitaciones, muchas corpóreas
emociones, amparos mutuos, y sonrisas que jamás olvidaré.
Y
como no, la confianza y el coraje.
Porque
coraje es la disposición a sentir confianza en situaciones desafiantes; y eso,
su coraje y su confianza primero en mi, pero después, la mas importante, en si
mismos, es lo que han expuesto abiertamente
todos los participantes.
Al
finalizar, abrazos sentidos asombrados de emociones que nunca mienten.
Abrazos
con rostros arrebatados de conmovido llanto,
que nos mueve por dentro, nos callan el habla, y aviva el corazón y la
conciencia.
Esos
pequeños pero infinitos instantes donde todos, formando parte de un sueño
colectivo, jamás olvidaremos.
Machu
Picchu, se presentó como un escenario sublime que ya siempre será, formará
parte de esos recuerdos.
En
esta región de Cuzco, existen numerosísimas opciones para perderse en la
inmensidad de los paisajes o de la cultura inca.
Y
aunque la más significado sea la ciudadela de Machu Picchu, uno perfectamente
podría invertir mucho mas tiempo en descubrir sus inmensos tesoros
arqueológicos y paisajísticos del lugar:
El
valle sagrado, los yacimientos que se encuentran ligados a la ciudad de Cusco,
la ciudadela de Choquequirao, hermana pequeña de Machu Picchu, etc, etc…
Nosotros
llegamos a Cuzco con la ambición de hacer una ruta caminando hasta Machu Picchu
por el sendero del nevado Salkantay.
Han
sido en total casi 100 Km. atravesando las montañas hasta Machu Picchu, y
después por la zona mas aislada de Lares, atravesando paisajes colosales:
Seguir el río Blanco desde Soray Pampa hasta los nevados Tucarhuay, Salkantay y
Huamantay; Pasar a 4.600 metros (algunos por vez primera), recorriendo
preciosas extensiones ; descender por la franja de la selva hasta Llucma Bamba;
Deslizarnos por la segunda tirolina más larga de Sudamérica de casi cinco
kilómetros de sirga fraccionados en cinco tramos, y subir a pie hasta Machu
Picchu.
Machu
Picchu increíble, emocionante, estremecedor, apabullante, y si, mágico… no hay
palabras porque té quita el habla.
Enmudeces
en su presencia como si estuvieras en una esfera de otra dimensión suspendida
de realidad.
Creo
que esta caminata nos ha redimensionado y nos ha proporcionado una visión de
estas montañas en las que cada valle y cada cumbre, para nosotros, forma parte
del mismo camino: El camino hacia nosotros mismos; hacia nuestro interior.
Un
día, los nativos del imperio Inca
caminaron por cada sendero por los que nosotros anduvimos, para llegar
eventualmente en Machu Picchu. Y durante
estos días, les ofrendamos en cierta forma nuestro particular homenaje.
Y nos
cautivó hacerlo.