martes, 17 de junio de 2014

EL GORGONCHÓN



Los miedos son fáciles de obtener, incluso de crear. Sin embargo las ilusiones brotan solas. Son así de atrevidas con los corazones que las albergan...
Cada año regreso a mi camino de origen, mi fuente, mi escuela, y allí se restaura el vínculo. Ese sentimiento de lo extraordinario.
Ese sentimiento que me acompaña desde pequeño, cuando sospecho que me negué a aceptar la realidad, opté por ver el mundo a mi manera, y creí que entre dos cosas que parecen alejadas, siempre hay puntos por los cuales unirlas, sin poder explicarse con leyes, ni lógica.
 
¿Cuál es el barranco más asombroso y sorprendente de la Sierra de Guara?. Para mí, posiblemente el Gorgonchón.
Mientras te equipas junto a un pequeño y bonito salto de agua del río Formiga, no puedes retirar la mirada más adelante, donde una estrecha canal de roca color ceniza engulle el río y lo hace desaparecer.
El Gorgonchón es amado y temido a partes iguales.
Amado, porque es un pequeño barranco que siempre deja huella en quien lo visita. Por impactante, nunca jamás olvidaras tu paso por él.
Y temido, porque en los años 80/90, cuando no había tanto equipamiento, ni la información que hay hoy, se cobró varias victimas mortales, convirtiéndose en uno de los puntos negros, sino el más, de la sierra de Guara.
Aun así, es conveniente aproximarse sin temor, pero con precaución, reseñas, e información de caudal, etc; y a poder ser, de la mano de alguien experto que te acompañe.
Solo comenzar, ya impacta.
Te introduces en sus friás aguas, bien rapelando, o si eres habilidoso y conocedor, saltando o destrepando en oposición, (avanzar afirmado entre ambas paredes como si pretendieras separarlas y ensancharlas), por una confinada y ahogada caída de agua entre dos estrechas paredes que desciende mas abajo enclavándose y brindándote un pávido recibimiento.
Una vez superados los dos primeros y próximos saltos de agua, inmediatamente te precipitas frente a otro más sorprendente e imponente, más hondo y más comprometido.
Este es el punto negro del barranco, pues oculta por el choque del agua en medio de su cascada, se sienta la boca de una angosta cavidad.
Si queriendo o por accidente, te dejaras llevar, el agua te arrastraría sin remisión al interior de esta cueva, desde donde es prácticamente imposible salir sin ayuda exterior, pues deberías hacerlo por donde has accedido; por el techo, atravesando la fuerte corriente.
Hoy en día, las precisas reseñas, y la adecuada equipación con pasamanos hasta mas allá del salto de agua, hasta los descuelgues, intervienen para que si vas con el equipo adecuado, y actúas con mesura y precaución, resulte sin más, un paso apasionante, técnico, e inolvidable, y no un desagradable susto.
Cuando llegas abajo una vez superado este, miras a tu alrededor y te invade una sensación indescriptible de insignificancia, sumisión y respeto.
Te hallas en uno de esos lugares donde de repente pareces menguar, y te sientes minúsculo por fuera e invadido por dentro.     

Desde lo alto te contemplan dos formidables paredes de piedra madura aceitunada, mojada y fresca, que se enarbolan aparentemente infinitas desde y sobre ti, siempre ornamentadas con el rumor de la cascada de agua que se bate a tu lado, sobrecogiéndote.
Avanzas poco a poco por un estrecho, inundado y escurrido pasillo; en algún instante tan estrecho, que puedes llegar a dudar de tu obesidad.
Finalizado este pasillo de unos cuarenta metros, se abre un descansillo de rocas con un pequeño resalte, donde poder salir del agua, reagruparse con uno mismo o tus compañeros, e inspirar después de la formidable emoción de este primer tramo.
Una pequeña abertura en rampa que forman unas grandes rocas, por donde se cuela el agua, nos introduce en el otro tramo.
Un tramo de aguas tranquilas de color esmeralda, y de una hermosura tal, que te hace olvidar instantáneamente la angostura y emoción del anterior.
Paredes con instintivos pliegues, dobleces y tirabuzones  cincelados por el agua y la cal, matizados con una capa verde vegetal de belleza seductora e inverosímil. Permaneces boquiabierto.
Desde la primera vez que pasé por aquí sobre el año 1985, siempre me parece hallarme dentro de la acuarela de un cuento de hadas; Una fabulosa y minimalista exposición del legítimo genio de la naturaleza.


Al final de esta exposición natural, por una pequeña abertura, que te exige  hacer un fácil buceo; muy abierto bajo el agua, y de meter sacar inmediatamente la cabeza, emerges a lo que seria el epílogo final. 
Un enorme cono de roca, que dependiendo de la hora del día, es otro tapiz de hermosos contraluces, por el que alcanzas la pequeña represa que sirve para el riego de las huertas que se divisan mas abajo.
Cruzando una pequeña oquedad excavada en la roca, alcanzas la acequia de riego con una gran tajadera metálica, desde donde parte la senda de regreso al comienzo del barranco.
Sin aliento.
En medio de la nada, oculto en poco mas de trescientos metros de garganta, se halla este enclave difícilmente superable, donde descubres y percibes una experiencia incomparable.
Es como percibir el placer de bailar entre el suelo y el cielo. Si aprecias su belleza, y la situación con humildad, se convierte en una fascinante aventura que te transporta a los sueños que de niño se perdía entre el arte, el amor, la concordia y la contemplación, y alcanza a ser tanto obsequio y percepción, o no es nada. 

 

martes, 3 de junio de 2014

PRIMER BARRANCO DE LA TEMPORADA:

Hasta la más modesta actividad tiene posibilidades de hacer disfrutar al que la hace, o al que la mira. El arte, el amor, la contemplación, la naturaleza, alcanzan a ser tanto un regalo, como un cobijo.
Hoy, con el paso de los años, lo mejor de estos placeres, es que ya no suelen ser excepcionales. Y por elegidos, son más maravillosos aún.
Porque la reputación nos emplaza a todos, si, pero aún más debería hacerlo la autenticidad. 
Y para mi lo mejor, es que a lo largo de tantos años, mi capacidad de emoción sigue intacta.
Muchos ya sabéis, que cuando llega el buen tiempo en esta época del año, una de las actividades que me hace sentir, sentirme privilegiado, y disfrutar de una manera difícil de explicar, es el descenso por mis queridísimos barrancos de Guara.
Será por la soledad (aunque ahora, según a qué horas cuesta encontrarla), por la manera en que el agua vanidosa murmura mientras libre corretea por esta excitada amplificación de naturaleza, o puede ser simple apasionamiento de lugareño, o todo al mismo tiempo; pero lo cierto, es que en los cañones y barrancos de Guara habita una paz que para mi es difícil de encontrar en cualquier otro lugar donde haya estado.
Lo que menos miente es un paisaje. Porque lo espontáneo no tiene ni dobles interpretaciones, ni aspiraciones a ser nada que no se sea ya.
Tengo la misma sensación que cuando al escalar una montaña, llegas a la cima, y de pie, absolutamente quieto, escuchando, contemplas toda la magnitud, sintiendo y llevando tus pensamientos a una abstracción total.
Y es bonito sentirlo, pero asimismo contagiarlo y hacer partícipes a los demás.
Un barranco es un ambiente mágico, y engloba tanto el consciente como el subconsciente, llevándome a un estado de fuerza tal, que exteriorizando mis emociones, todo se somete a ese estado de ánimo.
La naturaleza, el contacto con ella, posiblemente sea la mejor escuela de vida que existe. Desarrolla valores casi extintos, y fortalece, pero a la vez sensibiliza.
En un barranco consigues conectar tu alma con ese mundo de extraños contrastes, de frío y calor, de miedos paralizantes e indestructibles alegrías; de vida y de muerte.
Al progresar poco a poco por el corazón de uno de estos barrancos, imaginando te cuestionas... pero poco a poco, paso a paso, disminuye tu temor, aumenta la confianza y te asalta la embriaguez del entusiasmo, el respeto y la admiración.
Y regresas año tras año con tus nuevos sentimientos, con tus nuevas sugestiones, y siempre se descomponen al contacto con la primera de las gélidas pozas... Te manifiestas capaz de maniobrar en una frecuencia más alta de conciencia, voluntad, compañerismo y valor.
Eso si, si tu corazón y tus sentidos no están abiertos, simplemente será un parque acuático natural; Una exótica excursión a un lugar pintoresco con cuantiosos peligros que presumido y exagerado, puedas contarles a tus amigos con una cerveza en la mano.
No es sólo la paz lo que me atrae de los barrancos o las montañas, sino esa magia que los envuelve y hace de estas líneas un texto incapaz de recoger este grandioso y magnífico entorno. Pero, los mejores sitios son aquellos que no se pueden describir con palabras ni mostrar con fotografías.

Todo esto viene a cuento de que además de placer, la contemplación de la naturaleza nos proporciona un primer peldaño de comprensión. Por tanto de la tolerancia, y de la desactivación de ese tan humano creerse alguien.
Con este barranco, La Palomera, que es una pequeña joya junto a Colungo que hay que aprovechar a descender en primavera o tras época de lluvias, he comenzado mi proyecto de filmarlos y hacer una pequeña película de cada uno de ellos como un recuerdo personal compartido.
Cuando miramos adelante, siempre tenemos bifurcación: podemos elegir él comunicarnos, o podemos no salir de nosotros mismos. 
Yo elijo comunicarme.