jueves, 20 de septiembre de 2012

4175

Desde hace ya años, soy consciente de que ilusionarme con "mis" metas deportivas (las que sean), es una buena forma de crecimiento personal; una buena forma por un lado de elevar mi autoestima, y por otro de aprender de mis errores (que son muchos).
Tengo ya la seguridad de que el deporte me ayuda a mantener mi equilibrio y mi salud psicológica. Me ayuda a forjar mi propio carácter.
Ese propio carácter que describe la particularidad con que uno se mira a sí mismo, sin caer, sin ser prisionero de la mirada de otros. Esto, es lo que me permite desarrollar mis propósitos de superación y de soñar siempre con propósitos futuros.
El próximo 4 de Noviembre de 2012 se celebra una nueva edición de la maratón más popular del planeta, la Maratón de Nueva York.
Por lo que sé, y aunque afortunadamente no ha sido mi caso, hoy día, ser finisher del New York Marathon tiene como principal dificultad el conseguir un dorsal.
Ya tengo mi numero de dorsal oficialmente asignado, el cajón y hora de salida. Así que si no pasa nada (crucemos los dedos), ese día cuatro estaré en la línea de salida cumpliendo otro de mis longevos sueños (uno más). "Correr la maratón de Nueva York; lo de ser finisher, lo intentaré.
Mi dorsal es el número "4175", y saldré a las 9, 40 h del segundo cajón de la zona azul.
Hay tres salidas simultáneas y paralelas (identificadas cada una con un color: azul, verde y naranja) que no se juntan hasta la milla 8. Cada zona de salida con su color tiene su zona de espera diferenciada. Dos salen por encima del puente de Verrazano, y una por debajo (nivel inferior). Afortunadamente me ha tocado por encima y así podré sumergirme mas del impresionante ambiente.
Por otro lado en estas tres salidas, hay tres (oleadas, "wave"), separadas entre ellas 30 minutos: A las 9:40 (la mía...15:40 hora española), 10:10 y 10:40. Mis amigos y cómplices de carrera Paco, José Hernán y Rafa, salen de diferentes cajones al mío, pero a la misma hora.
El recorrido:
La salida se da en Staten Island, justo en el acceso al puente de Verrazano, que cruza la bahía y conecta con Brooklyn. A partir de allí el circuito transita por todo Brooklyn y Queens hasta alcanzar Queensboro Bridge, que es donde se cruza el East River para adentrarte en Manhattan. En Manhattan subes por la Primera Avenida, cruzando una pequeña zona de colinas que describen como bastante dura, para alcanzar el Bronx; después de cruzar un par de puentes más comienzas a bajar por la Quinta Avenida hasta Central Park, donde te adentras un par de kilómetros, y emerger otra vez a la Quinta Avenida a la altura del hotel Plaza, y finalmente ya en Columbus Circle penetrar definitivamente en Central Park para afrontar el último kilómetro y llegar a la mítica meta en Tavern on the Green. 
Como curiosidad:
- Existe un modelo de gafas RAY BAN 4175.
- El pasado año, este numero de dorsal lo llevó MATTEO ZAGHI de Italia 03:45:02.
¡¡¡Que ganas tengo!!!
Todavía son mis ilusiones infantiles las que me hacen notar una abertura en la supuesta coraza de hombre. En la vida, la ilusión, la imaginación, el deseo y la esperanza es lo que más cuenta.

lunes, 10 de septiembre de 2012

MEDIO SENSATO (SOLO MEDIO)



El esqueleto son los hechos, el músculo y los nervios la expresión, pero el alma son las ideas y  sobre todo la cabezonería.
Cuando hace casi dos meses me inscribí a la media maratón de Sabadell, no me percaté ni de los kilómetros que había hasta allí desde Barbastro (232), ni de que la salida era a las nueve de la mañana. ¡¡¡ Estúpido!!!
Así que hace dos días, cuando miré el horario de la carrera, me di cuenta que tenía que partir a las cinco y media de la madrugada…
Los nervios por el viaje y el continuo oteo impaciente del reloj de mi mesilla, me mantuvo en vela contra mi voluntad. Con apenas media hora de sueño, pero eso sí, con obstinación, a las cinco y media salí dirección a Sabadell.
La somnolencia conduciendo,  me obligó a hacer un alto para un café, que sumado a las caprichosas contingencias del Tom tom enviándome por desvíos que no existen, hicieron que consiguiera aparcar de mala manera a tan solo media hora para dar la salida de la prueba. Con prisas, nervios y estrés,  a por el dorsal, el chip, equiparme, y todo ello atropelladamente, hicieron que pudiera estar listo a tan solo cinco minutos de dar el “trabucazo” (el alcalde usa un trabuco) de salida y sin calentar nada.
Mis sensaciones físicas ya eran malas de casa, pero me daba igual. Venía dispuesto a tomármelo como un entrenamiento; eso sí, por los últimos ritmos de entreno, preveían hacer un tiempo que iría de una hora veinte a una hora veinticuatro; aunque si era más, me daba igual.
Salida muy rápida, favorecida por un diez K que sale juntamente, y por la ligera bajada de los primeros kilómetros.
Ya en estos primeros metros, noto mi gemelo o soleo (no estoy seguro), muy enardecido y quejumbroso transmitiéndome a cada zancada fuertes molestias; tanto que pienso seriamente si pararme porque me hace herrar la pisada y cojear. ¡¡Empezamos mal!!.
Aguanta un poquito más me digo. Sobre el kilómetro cinco o seis, el dolor parece amordazarse un poco y bajando un poquito el ritmo me dispongo a aguantar la primera vuelta de (7km).
Termino la primera, y aunque más cansado que de costumbre (normal), voy sobre el ritmo previsto pero mordido con el riguroso castigo en el gemelo. Me exhorto: “Si termino la segunda vuelta, esto está chupado”
Termino la segunda vuelta (14 km), y ya empieza la ligera y cómoda bajada de tres kilómetros que llevaban casi hasta el km 17. “Esta  última vuelta la aguanto ya de cualquier manera” pienso con satisfacción … ¡¡esto ya está!!.
Pero, de repente un sobresalto en mi cabeza, un pensamiento censor, o una intuición venida de esa especie de Pepito grillo que todos tenemos internamente, que me dice que si me empecino, al final puedo pagarlo; …”Solo has venido a entrenar, a coger ritmo, y estás haciendo una cabezonada que puede hacer que te lesiones gravemente y termines con la verdadera aspiración de todo esto que es disfrutar de la maratón de Nueva York en noviembre”. Fue en ese preciso instante, y como gesto de férrea voluntad, cesión o plegaria, como signo de ese ejercicio tan aragonés  de, “ A que no hay y te paras ahora”….. Automáticamente me detengo; stop, me paro. Ya sé que puedo terminarla, me quedan solo seis kilómetros y a cabezón no me gana nadie, pero, ¿para qué?....
Ya ha sido un buen entreno. Quince kilómetros a un ritmo medio de 3’50”, y luchando contra un sinfín de malas sensaciones.
Me voy satisfecho para casa, y lo mejor, dolorido pero no roto.
Sé de la complejidad del cuerpo, y que cuando dice que no, hay que dar un paso más y preparar tu mente para que esta sea más fuerte que tu cuerpo, pero…. hoy no era el día para eso… o si, y realmente  MI MENTE A PODIDO CON MI CUERPO; o más bien con mi “testarudez, al imponerme ser sensato y parar. La mayoría de las veces, la vanidad llama a la puerta, el anhelo la abre y  fuera no hay nadie....