martes, 29 de noviembre de 2011

SOLILOQUIOS

Desde que regrese de Brasil, estoy disfrutando un montón corriendo a diario por el campo sin ningún otro objetivo más allá que gozar y disfrutar de eso, del rodaje, de mis sensaciones y del campo.
Bueno..., miento..., recientemente estoy avivando ese ritmo, desde que me enteré que en mi rango de edad, necesitaba una marca homologada de 1h 30m en una media maratón antes del 31 de Enero de 2012, para poder inscribirme de forma directa en la Marathon de Nueva York de este próximo año.
Si..., aunque no me gusta inscribirme en maratones, esta es una que he llevado fijada en la mente desde hace muchísimos años (como otros empeños), y este 2012 que lo viviré recreándome en mis hobbies y mi familia, me perece un buen año para pasar unos días de vacaciones familiares allí, y simultáneamente, disfrutar de esta fiesta deportiva mundial.
Asimismo, a nivel de propio orgullo , el tener la posibilidad de obtener el derecho a participar por la marca personal sin pasar por sorteos o empresas, me resulta más satisfactorio. Si no tuviera esta posibilidad, no dudo que procuraría inscribirme por esos otros procedimientos. En mi caso, esta marca, si no pasa nada anormal la tengo a tiro (siempre suelo bajar de ese tiempo), pero como llevo muchos meses de largos rodajes a ritmos lentos y forzados, y las piernas se duermen y se acomodan, necesito avivarlas para poder realizarla el próximo día 18 en la media maratón de Salou, y si allí corriera mal y fuera preciso, tener margen aún de poder inscribirme en otra antes de febrero.
Independientemente de este hecho, estoy gozando como un niño saliendo cada mañana a trotar.
Este pasado fin de semana, estuve en Madrid. Allí quedé para correr con Roberto de buena mañana. Roberto es un Madrileño de adopción (es de Santander) que trabaja en el Instituto Cervantes, y que hace más de un año me escribió, porque escudriñando en Internet información para hacer alguna travesía invernal por Canadá, o incluso para inscribirse en la Yukón Arctic, dio conmigo.
Desde entonces hemos intercambiado muchos correos en los que intentaba esclarecer sus dudas, y él se ha ido animando a prepararse corriendo. Así que este domingo, aprovechando mi viaje a Madrid nos hemos reunido, y juntos hemos disfrutado por los alrededores de Paracuellos durante una hora y media de rodaje y sosegada charla. Me ha entusiasmado su ilusión y afán. Está claro que le apasiona, y estoy seguro que lo conseguirá. Ha llegado a construirse su propia pulka con tal maestría, que no sabría distinguirla casi de una pulka comercializada (la trajo en el coche para mostrármela). Instinto, sentimiento, destreza y lo mas importante, humildad es lo que he advertido en él en una primera impresión.
“Roberto, cuando con paciencia y sin ningún fanatismo se va notando esa necesidad día a día de volver a repetir ese momento de recorrer la misma o mas distancia, de encontrarte contigo mismo en esa especie de mundo particular; de sentirte de alguna manera especial; en ese preciso instante, uno empieza a ser un corredor de fondo, montañero, o ciclista... deportista en general; no importa tu nivel, simplemente se es y ya está..... Y tú ya lo eres”.
Esta experiencia de quedar para correr con alguien en un lugar foráneo en el que estás de paso, como le comenté a Roberto está empezando a gustarme. ¿Por qué inscribirse en una carrera como pretexto para visitar un lugar y correr?... Gracias a las nuevas tecnologías podemos contactar con gente cuando visitamos un sitio, y a buen seguro alguien estará encantado de salir un rato y compartir el rodaje, e incluso guiarte o enseñarte algún sugestivo circuito, como hizo conmigo durante mis vacaciones en Tenerife Roberto de la Orotaba, en Torrevieja con Juanma, o en el homenaje que le organizamos a Fidel Martí en Banyotes donde Joseph y Mariona nos propusieron un fantástico recorrido que espero repetir este próximo año.
De hecho Roberto, el de Madrid, ya me ha instado a visitar Santander y llevarme a correr por allí; o en breve, que viajaremos a Bermeo para vernos con Julen (mi buen amigo y compañero de fatigas en la Jungla), y conocer a su familia,  espero de nuevo  poder correr junto a él por alguna de sus rutas.
Cada vez son mas las personas, que notan o notamos un cambio personal e inconsciente en la forma de ver y afrontar la vida gracias al deporte. Descubriendo un modo inédito de hallar un asomo de sosiego interior, o un lugar privado de reflexión que suaviza bastante nuestra visión de las cosas, o de liberar tensiones. En muchas ocasiones esta sacudida dura más allá de ese instante concreto.
Correr, andar, escalar, nadar o ir en bici puede convertirse en algo tan imprescindible en tu vida diaria, que la ausencia de esta rutina, de manera natural te deja ansioso e inquieto. Aquellos que practicamos el deporte que nos gusta como un medio de encontrar un punto de equilibrio mental y corporal, aprovechamos, no para ganar medallas ni rebajar marcas, sino para ahondar en tus propias limitaciones y tus posibilidades a la vez "disfrutando". Entonces los kilómetros, las distancias, el medio, u “otros deportistas”, dejan de ser enemigos a batir. Sin reloj, metas, ni adversarios. Nuevos horizontes. Sentirte cómodamente solo en una complaciente soledad, o gratamente acompañado de personas análogas.
Si, existe la soledad del deportista, pero es un estado donde uno se encuentra a solas con sus pensamientos, en una especie de paraíso que nos hace ser uno con el entorno que nos rodea; un estado de verdadero placer. Y también existe el placer de compartir, comunicar, conocer, entender y siempre aprender.
Mis grandes decisiones siempre las he tomado tras meditarlas mientras corro por el campo; mis nervios, mis desánimos, mis problemas o contrariedades, se sosiegan o se revelan de otra manera tras meditarlos durante un largo rodaje rodeado de naturaleza.

lunes, 21 de noviembre de 2011

MI JUNGLE MARATHON (Capitulo 1)

Hago un rápido reconocimiento del barco, y los pisos superiores están totalmente ocupados. Rápidamente Julen el astuto me ha indicado la razón: Aquí, en el primer piso donde estamos, hay abierta una escotilla por la cual se accede a una especie de bodega donde asoma el motor del barco, y puede oírse nítidamente su estrépito, y lo que es peor, emerge un hosco tufo a gasoil y a humo enrarecido resultado de algún tipo de  tubo de escape.
En fin, nos apostaremos junto a la proa, en el extremo mas alejado, ya que la escotilla del motor está en la parte de la popa (parte posterior del barco), y así por lo menos aminoramos el ruido y esquivamos un poco el molesto tufillo.
Amarrando con sus delgados pero eficaces cordeles a unos ganchos preparados para ello, tendemos del techo nuestras hamacas la una junto a la otra. Sacando partido de la situación, nos distraemos practicando con Julen el nudo mas simple y eficiente para este cometido que yo conozco, el ballestrinque, y de paso vamos estrechando “lazos”.
Sin ningún anhelo de hacerse el listo o avasallar, todo es sincero y recíproco entre nosotros: Yo alecciono a Julen en cuestiones, como este simple nudo, que van surgiendo y manejo, y él me dilucida muchísimas suspicacias o requisitos deportivos, físicos, de alimentación, preparación o de recuperación que como buen profesor de gimnasia tiene totalmente dominados, y yo, como experimentado deportista debería, pero por mi afán autodidacta e intuitivo gobernado por las sensaciones, ignoro. Es preciso aprender lo que necesitamos, y no únicamente lo que anhelamos.
Nos han comunicado que zarparemos de madrugada; sobre las tres o las cuatro, pues el avión que viene con la mayoría de competidores desde Londres, sufre retraso. Acordándonos de lo sofocados y exhaustos que nos hallábamos nosotros hace dos días cuando recién llegamos, imaginamos lo mal que lo pasaran ellos, con el cambio de clima y horario, a tan solo dos días de comenzar la carrera, y nos refrendamos en haber acertado viniendo unos días antes de empezar.
Bien acomodados sentados y arrimados a una mesita que tenemos a nuestro lado, nos disponemos a cenar con un menú basado hoy por hoy en comida liofilizada de la que traemos por cuestión de peso, volumen y comodidad de preparación, para satisfacer lo meramente nutritivo, pero igualmente exquisiteces que nos satisfagan y contenten el ánimo como jamón, longaniza o lomo embuchado.
Antes de embarcar, hemos comprado en el pueblo algunos zumos y un paquete grande de pan de molde, así estos dos días hasta que empiece la carrera podremos disfrutar de deliciosos sándwich de embutidos de la tierra (Aragonesa y Vasca).
Dos días en los que habrá que matar el tiempo observando, aprendiendo, escuchando, captando, escribiendo, dibujando o escuchando testimonios, aunque sean en Portugués o inglés. ¿Hay algo mejor?
 Tras la amable cena con Julen, nos introducimos en nuestras hamacas para reposar, suspendidos como dos simétricas larvas en sus envoltorios. Son hamacas fabricadas con el mismo tejido de los paracaídas (fuerte y ligero). La que yo uso, me la prestó mi buen amigo Jaume Tolosa, y es su segunda participación consecutiva en la carrera, pues él se la compró el pasado año para venir aquí. (Toda una ejercitada veterana). Entre el sutil balanceo, el murmullo del motor y sobre todo el cansancio, me duermo.
Al escuchar cuchicheos me despierto. Son las cuatro de la madrugada. Como si fueran misteriosos espectros gravados con gruesos petates,  están llegando los integrantes del vuelo de Londres. Yo, acurrucado y medio adormeciendo, entornando los ojos los espío a través del tejido  mosquitera en forma de velo cosido a la hamaca que la reviste por su parte superior. Estos, tratan de instalarse como buenamente pueden. El barco zarpa río arriba, y yo me duermo de nuevo.

Las siete y media. Ya ha amanecido y la luz es enérgica. Aún así se está bien agazapado en el interior de este balancín de tela. Hoy es mi cumpleaños. Cumplo 44 y me siento feliz. Al hombre le interesa lo real, aunque no sea agradable. A un niño le importa lo agradable, aunque no sea real. Porque lo que importa realmente en la vida no son los propósitos, sino los caminos que seguimos para lograrlos Aún me siento como un niño, y ojalá por muchos años más.
Es la segunda vez en mi vida que cumplo años en un lugar inverosímil e insólito; el año 99, celebré mi cumpleaños en el campo base del Manaslu en el Himalaya Nepalí, y hoy, en la selva del Amazonas Brasileño. Será un día excepcional, pero el estar separado de la familia en un día especial, lo aflige un poco. Julen si lo sabe, y me felicita en cuanto abre un ojo.
Le tengo prohibido que le diga nada a nadie; no me gustaría ni forzar los cumplidos de la gente, ni alguna excéntrica y notoria exhibición con algún Happy Birthday  público  por parte de la organización, como hacen en otras carreras.
Tras estirarme, plegarme y bostezar unas cuantas veces, nos levantamos y desayunamos un poco, mientras observamos que el barco se encamina a una margen del río y vara en una playa, que describirla como idílica o paradisíaca quizás sea insuficiente para hacerle verdadera justicia. -¿Ya hemos llegado?. –“Que viaje más largo; soy un año más mayor que cuando zarpamos…” bromeo.
Es una formidable playa de inmaculada arena con algunas palmeras a lo lejos, abrigada  por un tapiz de tupida y agreste selva de un verde tan intenso que resulta casi obsceno. Solo puedo imaginar a los primeros descubridores allá por el 1492, arribando a las costas americanas, presenciando algo así. Yo jamás habia visto una playa tan extraordinariamente incorrupta. Aparenta, aunque no lo sea, un lugar deshabitado, sin ningún vestigio de civilización, ni  un soplo de Dios. Parece que estés soñando.
Arriban la escalera de madera, y la gente comienza a ponerse el bañador y a lanzarse al agua. Al parecer es una parada técnica para estirar las piernas y darse un refrescante baño.
Nos apostamos con Julen en la barandilla del barco observando los movimientos del personal. La mayoría llevan dos días juntos por haber viajado convocados desde Londres, y al hablan el mismo idioma, parecen haber alcanzado ya cierta afinidad.
Algunos con imponentes carcajadas, otros con alaridos para captar la atención, con candeletas, de cabeza, o saltando desde el segundo o tercer piso del barco, uno a uno se van lanzando al agua en una especie de presentación, exhibición, o alarde, que llega a manifestaciones tales como proponerse subir al barco desde el agua a pulso por los rancios neumáticos amarrados a sus lados, en lugar de la escalera apostada para ello.
Desde lo alto del barco debe haber siete metros de altura; en la presa de Bierge tenemos ocho y medio, medito conteniéndome para no incorporarme a este pavoneo.
Riéndome de mi mismo me acuerdo que a mis dieciocho años, cuando empezaba a guiar grupos por el barranco, y al concluir el descenso en un alarde de... ¿tontería? ... saltaba de cabeza desde lo alto de la presa. Así que algo he madurado desde entonces, pues hace unos años, habría saltado de lo alto del techado del tercer piso del barco, y además de cabeza, y aunque a la vista lo hubiera clavado, seguro que el estacazo en la cabeza y las cervicales al entrar en el agua hubiera sido épico; pero, eso si, hubiera emergido del río tras un largo buceo para crear incertidumbre, con la mayor de mis sonrisas y apariencia de “esto pa mi na”, aunque internamente me estuviera cagando de dolor  Que animales somos los humanos en el sentido literal de la palabra.
En el reino animal, el macho alfa exterioriza su dominio a través del movimiento de su cuerpo y su porte frente a otros machos y hembras. La verdad es que los seres humanos no somos tan diferentes. Movimientos físicos efusivos para llamar la atención. Estamos asistiendo a una especie de duelo de machos alfa en el río Tapajós.
La carrera, la competición ha empezado ya. Reflexiono, ¿cuántos acabaran o acabaremos con el “rabo alfa” entre las piernas en unos pocos días cuando estemos verdaderamente donde hay que demostrar si estamos o no preparados o preparadas?... pero, hay que presentar las credenciales cuanto antes. Ahora, durante estos dos días, nadie nos conocemos, todos nos observamos. Cada gesto cuenta. Jajaja.
Es un buen momento para visitar el desocupado minúsculo y dejado cuarto de baño en el segundo piso; un tugurio en la parte trasera, que parece una garita mal teñida de verde amargado, con olor a pis añejo, y en el suelo una balsa de emulsiones con emplastos de papel que procuras no ver pues vas con chanclas. Esta bonita estampa hace que  uno procure visitarlo solo en caso de extrema necesidad o agonía.
A última hora, descendemos con Julen “por las escaleras”, y tras darnos un placido baño, profanamos con nuestras pisadas la majestuosa playa. Para que a mí, que me ducho con agua caliente en el mes de agosto, me parezca agradable la temperatura  del agua, debe de estar muy caliente. 
Al concluir el baño y el paseo, zarpamos nuevamente, y en una hora y media mas de navegación, el barco se detiene frente a una apartada ensenada.
Arriban un bote y le ajustan en la parte trasera un motor fueraborda que descienden desde la cubierta sujetado con una cuerda;  se suben tres componentes de la organización con su equipaje, y salen hacia esa apartada bahía o más lejos, pues a los pocos minutos los perdemos de vista casi en el horizonte. Cuesta comprender que estamos en un río y no en el mar.
Como nos tengan que desembarcar así, de tres en tres, a todos, vamos a tardar todo el día y parte de la noche. Al rato, divisamos a lo lejos otra barca que viene hacia nosotros. Es una típica chalupa de las que se utilizan por estos ríos: larga, de madera, con un austero dosel con toldo en medio, y con un motor fueraborda del cual oblicuamente brota una larga percha de un metro y medio con la hélice en su extremo, para tener maniobrabilidad en aguas menos profundas o enramadas, porque con este sistema se propulsa casi a nivel de la superficie.
Como se detiene justo donde nosotros estamos situados aguardando, somos los primeros de la fila, así que montamos los dos y tres ingleses, (dos mujeres y un hombre), y nos vamos.
El viento en la cara y algunas moléculas de agua nos salpican y eso hace de nuestra travesía un cúmulo de sonrisas y sorpresas. Al rato, el enorme rio se estrecha. Claramente nos estamos adentrando en la desembocadura de otro rio, afluente del Tapajós. Las orillas se ciñen más, pero aun así es un rio enorme. Unas grandes iguanas deambulan en una de las exuberantes orillas, e incluso un par de delfines nos dejan ver sus aletas dorsales cerca de la lancha como dándonos la bienvenida. Es el delfín rosado, también conocido como Boto o delfín del Amazonas; es el delfín de río más grande del mundo; su peso llega a los 185 kg y pueden medir hasta 2,5 m. La aleta dorsal, como podemos ver, tiene poca altura pero es muy larga. Habita en el curso y los principales afluentes del río Amazonas y el Orinoco.
Palmas, manglares y árboles con frutas que no conocemos; un verdadero paraíso. Nos miramos con Julen y nos sonreímos sin decir nada, pero entendiéndonos perfectamente: “Ahora si estamos en ambiente”.
Regocija de tal manera tu vista todo esto, que por dentro cobras como una fuerza y te alzas sobre ti mismo alcanzando, sintiéndote arrastrado por una especie de energía, por un eco que suena y suena en tus entrañas.
Llevamos media hora de lancha. En el espectacular trayecto también nos cruzamos con un barco grande de tres pisos, pero no tan grande como el que nos ha traído. Supongo que en términos náuticos se diría que tiene muchos menos metros de eslora. Por lo visto, el nivel del río está mas bajo de lo normal, y el barco grande no puede acercarse pues se quedaría varado; así que con este otro, con un solo trayecto transportaran a todos los que quedan.
Nos detenemos en una playa; en un arcaico amarradero hecho de troncos y ramas. A lo lejos, tras la playa de unos cien metros de ancho, pueden verse algunas austeras casitas. ¡Allí es!, ¡Por fin!.
Con paso lento pero firme, por la fragosa y blanda arena, con las chanclas, con el petate y la turbación propia del que acaba de salir de la inestabilidad de una barca, cruzamos el arenal hasta lo que parece una pequeña plazuela de piso arenisco sitiada por cuatro sobrias construcciones e imponentes arboles. Algunos lugareños nos indican un área plagada de largas y gruesas estacas de madera de unos dos metros clavadas en el suelo, para que instalemos en ellas nuestras hamacas. Estamos en Prainha, el primer poblado y campamento desde donde partiremos pasado mañana para recorrer la primera etapa. Prainha es una humilde aldea conformada por no más de 10 o 15 casas de madera y ladrillo y una pequeña iglesia en lo alto de un pequeño montículo, donde viven los nativos zambullidos en plena naturaleza. Todo está rodeado de floresta y espesura. No son nativos como pudiéramos imaginar, tan solo sus rostros elípticos y tostados nos recuerdan a esos tantas veces vistos en los documentales etnográficos. Sus vestimentas son tan normales como las nuestras.
Viven de la agricultura, la recolección de caucho, la pesca y la ganadería, y su sistema económico está basado en el autoconsumo.
Un grupo de niños y niñas ataviados con camisetas de la carrera, curiosean vergonzosamente nuestras maniobras, y unas cuantas gallinas campan a sus anchas por el suelo, picoteando cualquier objeto que les parezca alimenticio.
Aquí donde disponemos las hamacas, la mayoría de los arbolés que nos cobijan son mangos. Unos grandes árboles de 10 a 15 m de altura, con su tronco  más o menos recto, cilíndrico y de corteza color gris. Sus hojas espaciadas irregularmente a lo largo de las ramas de color verde nos dejan ver su fruto; una especie de gran melocotón aceitunado de forma ovoide y muy carnosa, y que debe de pesar un mínimo de 200 gramos o más. ¿Porque describo este fruto concretamente entre tantos otros?: Pues porque mientras montamos las hamacas, repentinamente, como si se tratara de un enorme pedrusco, calló a pocos metros un mango produciendo un gran estruendo bronco al chocar contra el suelo. Sobresaltados, todos instintivamente miramos al suelo, y al ver el fruto, miramos hacia arriba descubriendo que los árboles estaban atestados, y siendo conscientes de que si en lugar de contar el suelo, se topa con nuestra cabeza, nos podía haber hecho bastante avería.
Le digo a Julen: -Acabo de descubrir el significado de la palabra “mangazo”; Y no era como decía mi abuelo, que te dieran con el mango de la jada, sino por lo que veo, es que te caiga un mango maduro desde 10 metros de altura en la cabeza. Habrá que tener cuidado, y incorporar el techo de la hamaca bien tenso sobre ella para preservarnos de algún desafortunado “mangazo” mientras dormimos... 
Mientras vamos atando con Julen nuestras hamacas, vigilando de reojo la verde bóveda, una niña nos mira casi de manera desvergonzada. En sus ojos, radiantes como un crepúsculo y vivos, arde un misterioso fuego. Le insto, y le hago una foto.
A partir de hoy, se levanta en lo profundo de mi espíritu goces indescriptibles…
Aquí me siento bien, por fin mi espíritu ha despertado. Mi espíritu estaba adormecido tras tantos meses de obligatoria preparación y férreo entrenamiento, en el que al final me sentía como un árbol a la espera del último hachazo; hasta me había acostumbrado a obedecer leyes peregrinas, y no las de mi corazón. Aquí mirando, escuchándolo y sintiendo, inexplicablemente me olvido de todo aquello. Cuanto deseo ver brillar las estrellas desde aquí, internarme en la selva y oír su rumor.
¿Dónde terminará este camino? No lo sé, pero quiero seguir andando, no pararme. Ya estamos todos en el campamento, y presenciamos atónitos  a uno de los atardeceres más soberbios que hemos visto nunca.
Al final, ha sido un satisfactorio día de cumpleaños. Mañana Briefing y controles y pasado mañana comenzamos.

viernes, 11 de noviembre de 2011

MI JUNGLE MARATHON: Preámbulo

"El espíritu, tu espíritu, se fortalece a través del conocimiento, del deseo conquistado o frustrado, del contacto con la naturaleza, y sobre todo del silencio y la sensatez "
Me ha costado muchísimo mas esfuerzo del deseado preparar este nuevo reto tras encadenar cuatro años consecutivos de proyectos desde 2008: (Sables, Yukón Arctic, el cruce del mar Báltico helado, y ahora la Jungle Marathon). Mas de cinco meses de un gran esfuerzo físico, pero mucho mayor psicológico, anímico, personal y familiar. Partí hacia Brasil desde Barcelona el día 3 de Octubre con escalas en Lisboa, Fortaleza y una última etapa en Santarem, siempre con un estremecimiento o percepción dentro de mí de compromiso o responsabilidad, que no había sentido de este modo en anteriores ocasiones. Y aunque procuraba esquivar esta incómoda sensación sabiendo por propia experiencia que existen muchos factores en esta efectiva ecuación, además de la buena suerte, que tu no puedes manejar, esa siniestra procesión iba por dentro y reclamaba para si el objetivo de terminar la carrera, y darles una gran alegría a la gente que se sentían implicados, o me habían ayudado, y así, de esa manera, poder concluir todos estos meses de privaciones y esfuerzo con una gran satisfacción para poder dedicársela a todos ellos, pero muy especialmente a mi mujer Rosana por todo el respaldo que me había dado, tolerando esa egoísta y apática aptitud que nos domina por un tiempo a los que nos obstinamos en alcanzar una de estas gesta que designamos sueño o pasión . En Lisboa me reuní con Julen Urdaibai. Julen, al enterarse que yo también pretendía participar en esta carrera como era su propósito, se había puesto en contacto conmigo hacia unos meses para coordinarnos, y si me parecía bien compartir viaje y compañía. Me pareció perfecto; como no. Habíamos coincidido con Julen durante nuestra participación en la maratón de Sables en 2008. Durante las largas horas del viaje, no nos costó entablar una manifiesta y afable conversación en la forma; en el fondo, como aún no te conoces con profundidad, en el diálogo va camuflado un disimulado metódico y analítico interrogatorio, tratando escrutar en el menor tiempo posible a tu compañero de andanza. Sin mucha dilación por mi parte, pude prever que me hallaba en muy buena compañía, aunque la experiencia me decía que son los peores momentos donde se muestran y definen definitivamente las personas, y esos momentos aun estaban por llegar. Julen, enjuto y afilado como cualquier corredor de fondo y aunque de semblante serio y circunspecto, disimula una mirada que emana inocencia, honradez y franqueza. Prudente en palabras cuando no hay suficiente confianza, te observa y aparentemente te examina, para convertirse en un gran conversador, cómplice y buen oyente con el paso de las horas, síntoma manifiesto de su visto bueno; indicio claro de que conectas con él, o mejor, de que él conecta contigo, volviéndose seguidamente un agradable amigo de los de toda la vida, al que fiarías sin dudarlo tus secretos mas ocultos. Llegamos agotados al aeropuerto de Samtarém el día 4 a las tres de la madrugada, y tomamos sin rebuscar ni regatear (no estábamos para mas contratiempos a esas horas) un taxi que nos llevó a nuestro hotel en Alter do Chao a unos cuarenta kilómetros. Solo soñábamos con acostarnos y descansar cuanto antes. Nos alojamos, en el Hotel Beloalter. Un pintoresco y agradable hotel situado a la entrada del pueblo. El recepcionista nocturno del hotel está claro que no nos esperaba a esas horas, porque tras restregarse los ojos con tal fuerza que pareció que se los iba a desaparecer dentro del cráneo, y con gesto de ausencia, terminó por reanimarse y asignarnos nuestra habitación. Creo que lo despertamos... La habitación es de planta baja adosada a otras, con dos camas sencillas y un baño decente. No queremos más. Caímos molidos en la cama casi sin desvestirnos. “Esto nos viene bien para cambiar el horario”, comentamos. A la mañana siguiente, temprano, nos dispusimos con Julén a descubrir Alter do Chao. La verdad es que a primera vista y a esas horas, el pueblo no parece que tenga nada que ofrecerte, y además para los forasteros recién aterrizados y no aclimatados como nosotros, soportar un calor y humedad increíble mientras paseas, hace que la visión sea aún mas borrosa, y que esos primeros vagabundeos por sus calles sean casi angustiosos. Eran paseos tan taciturnos y dolientes, que el bicho viviente que más avistábamos, y en que más nos fijábamos era un ave carroñera; el buitre negro americano, también llamado golero o gallinazo. ¡Que par de almas en pena!. Posteriormente, ya mas asentados, y durante otros paseos fuimos descubriendo la extraña ambigüedad que envuelve a este pueblo incapacitándote a primera vista ver nada que llame especialmente tu atención, para posteriormente, como las buenas películas, gane con mas visionados. De este modo, poco a poco vas descubriendo su gente, su vida y el verdadero encanto de Alter Do Chao, que es muchísimo. Alter do Chao situado en el estado de Pará y perteneciente al municipio de Santarem, se formo a partir de una aldea de pescadores de los indios Boraris, y ahora es un afamado pueblo de la Amazonia , que, al igual que otros lugares del estado de Pará, debe su nombre a una villa portuguesa llamada igualmente Alter do Chão. Está brillantemente enclavada en la entrada de un lago que se forma en la margen del río Tapajós. El río Tapajós es un largo y caudaloso río amazónico brasileño; el principal afluente de la margen derecha del afamado río Amazonas. Su longitud es de 810 Km., con extensiones entre sus orillas de hasta 15 Km. y que se caracteriza por sus aguas azul-verdosas. Es por esa combinación de aguas y arenas claras, que a este lugar se le conoce como el Caribe Amazónico. El río debe su nombre a otra tribu de nativos, los indios Tapajós. A causa de su casi inaccesible selva, y las dificultades de navegación debida a sus múltiples cascadas y rápidos, es un río muy poco poblado, lo que hace un marco ideal para la aventura de la que vamos a formar parte. En definitiva, terminas admitiendo que Alter do Chao es una maravilla de sitio... Que decir de un pueblo rodeado por un precioso lago, próximo a la confluencia del río Tapajós con el río Amazonas, que en la estación seca, que es la que estamos ahora, al retroceder sus aguas deja al descubierto unas sugestivas playas de arena blanca. Porque, la villa está rodeada por el “Lago Verde” y a pocos metros frente a su “paseo marítimo”, separada por un pequeño arenal y un estrecho brazo de agua de no mas de medio metro de profundidad, se encuentra, la principal atracción de Alter do Chao: La Isla del Amor. “Ihla do Amor”. “No quise preguntar porque se llamaba así... quizás en otra ocasión, durante otro viaje con motivos mas plácidos, y sin desestimar a Julen, en otra compañía...” Esta pequeña isla, es un largo y estrecho islote de arena blanquísima, árboles esmeralda y chiringuitos de playa con sombrillas de mimbre y brezo, y mesitas prácticamente sobre las aguas. Un característico lugar que curiosamente en temporada de lluvias desaparece sumergido en el lago. Todo el pueblo tiene un matiz natural y muy tropical. Edificios de planta baja y ninguna edificación que desentone, en lo que parece una equilibrada organización urbanística, que hace pensar que tienen cierta conciencia ecológica. En el corazón del pueblo, frente a su “paseo ribereño”, su pequeña y presumida plaza mayor de apariencia colonial, presidida por un pequeño quiosco y una minimalista iglesia de tonos azulados. Cerca de allí descubrimos su humilde escuela. Un edificio desabrigado con una techumbre sobre cuatro escuetas paredes de ladrillo. Solo la pared frontal con tabique hasta el techo donde pendía una gran pizarra, las otras tres con grandes aberturas o marcos, pero sin ningún ventanal ni puerta, por lo que pudimos arrimarnos y curiosear, atrayendo sin quererlo la mirada de los aproximadamente veinte niños y su profesor. Así que al ser sorprendidos y con cara de escrúpulo, simulando gestualmente la acción de fotografiar, consulté expresivamente al profesor para que me permitiera hacerles una foto a los niños; el profesor respondió afirmativamente con una gran sonrisa, y con una señal reveló a los niños nuestra intención. Estos, impetuosos y joviales se pusieron a posar para nuestras fotos. Posteriormente, pasear, descansar tumbados en el hotel, (Julen con su Aipod oyendo música, y yo con mi mini DVD viendo alguna película, en una especie de abstracción o introversión antes de la batalla), y comer. Esa era nuestra pauta o rutina. Casi siempre comíamos en el restaurante del hotel, que ocupa un gran espacio natural techado al aire libre y con vistas al bosque y a una playa privada del Lago Verde rodeada de manglares, donde disfrutar de una buena comida mientras a tu alrededor observas pájaros, pequeños lagartos o incluso grandes iguanas trepando por los árboles o los maderos del propio comedor. Una manifiesta exposición de naturaleza selvática integrada en la civilización. Aprovechamos igualmente esta segunda mañana para desplazarnos a Samtarem y alquilar una pequeña lancha (con su capitán), y navegar por el río Amazonas. Me hacia mucha ilusión verlo y sobre todo tocar sus aguas. En cuanto estuve navegando, no pude resistirme a meter la mano en el río y sentir un salpicado cosquilleo, casi escalofrió, que como una amable sacudida brotaba de mi mano mojada, ascendía por mi brazo, e iba directo al corazón. “Estoy acariciando el río Amazonas”; eso si, aunque no dije nada, sin querer vino a mi mente la imagen de una piraña enganchada a mis dedos... Cuanto daño ha hecho el cine a nuestro estrecho conocimiento... jajaja. Es extraordinario ver la confluencia del Tapajós en el Amazonas, y como sus aguas de distintos colores (marrones las del Amazonas y azules las del Tapajós) , se juntan, componiendo una acuosa e incorruptible línea divisoria bicolor. Como si en realidad no quisieran ni hermanarse ni siquiera conocerse, y evitaran sus miradas por cuestiones de liderazgo, ambición o autoestima. El Tapajós que es un río colosal, se extingue como simple afluente del reputado Amazonas pasando casi al anonimato. Este singular fenómeno se produce a causa de la distinta densidad de las aguas y el efecto es realmente asombroso. El Amazonas, 6800 Km. de agua (el más largo del mundo), desde que nace cerca de Arequipa (Perú) hasta que desemboca muy cerca de aquí en el Atlántico en Belem. Se me pone la piel de gallina imaginando a Francisco de Orellana , cuando con unos cincuenta hombres, y al cabo de siete meses de travesía pasó por este mismo punto el 26 de agosto de 1542. Fue durante ese viaje cuando el Amazonas adquirió su nombre. Se cuenta entre otros muchos sucesos, que la expedición fue atacada por unas sanguinarias mujeres guerreras, similares a las amazonas de la mitología griega, y es por eso que le pusieron el nombre. Tras este fantasioso y relajante paseo en lancha, hemos visitado el exiguo y anodino museo de la ciudad, en el que los mayores tesoros son: la osamenta de una ballena que murió varada aquí hace años, el despacho de su actual alcalde (la única sala con aire acondicionado), y unos oxidados y mohosos grilletes de la época de la esclavitud... Menos mal que el coste de la entrada (que pagas a la salida), es la voluntad. Tras esta decepcionante visita, pero con el espíritu preñado de Amazonas, cogemos de nuevo el autobús urbano y regresamos a Alter do Chao. Es asombroso transitar por estas carreteras. No puedes apartar la vista del paisaje. Todo invadido de vida ingobernable y amotinada floresta. La experiencia es de inmersión total. Si te detienes a pensar, y a las pocas horas lo haces, estamos en el pulmón del planeta, y desde aquí todavía puedes imaginar como pudieron ser otros lugares hace miles de años. Como aquellas viejas crónicas romanas que nos narraban en el colegio, que hablaban de Hispania como un lugar donde una ardilla podía atravesar su territorio sin bajarse de los árboles. Aquí efectivamente puedes dar crédito de esa artificiosa imagen, y el precio que hemos pagado por el desarrollo y la civilización en el malamente apodado, “primer mundo”. Esta última tarde noche, paseando por la plaza, descubrimos que a la caída del sol se reúnen lo que aparentan improvisados grupos de músicos con largas rastas, pantalones anchos y llevaderas ropas, para tocar con sus tambores y timbales y canturrear formando un círculo, mientras en el medio bailan capoeira. La capoeira surgió hace muchos años como un deseo de revolución de los esclavos negros frente al control de la colonia portuguesa en Brasil, originando esta especie de coreografía espontánea que representa la lucha constante del hombre, su evolución, y el arte en movimiento. Mirándolos, percibías algo entre mágico y solemne; una especie de alegre ritual, que al observarlo te transmite una instantánea euforia y embrujo; vida. La banda sonora de una aventura que estaba por comenzar. El tercer día, el día 6, nos levantamos deseosos de incorporarnos por fin esa misma tarde noche a las obligaciones de la carrera y salimos temprano a trotar por los alrededores para avivar las piernas adormiladas de viaje y suspensión. Debíamos estar a partir de las seis en el muelle mas apartado del pueblo, lugar donde embarcaríamos para viajar por la noche río arriba durante unas ocho horas de travesía. ¡Como Orellana...! Pasamos el día haciendo y rehaciendo la mochila, e intentando que cupiera todo el material y la comida en ella, con rostros de concentración y recogimiento, y hablando por última vez hasta dentro de unos diez días con casa. Los hecho de menos. El hablar con Rosana me conforta, y percibir de fondo los balbuceos y gorgoritos de la pequeña Nayra, me emociona y a la vez estimula una especie de éxtasis en la boca de mi estómago, que es nueva para mí. Que ganas de verlas. Aunque lógico y conveniente para nuestra aclimatación, estos días de preámbulo antes de la carrera se nos están haciendo algo largos. Julen está igual que yo. Embelesado y con ojos muy despiertos me habla de su mujer y de su hijo... los dos estamos de acuerdo en la buena fortuna de haber coincidido, pues hace más digeribles estos días de morriña, que si hubiéramos estado solos. Ya estamos listos. A las cinco y media, nos dirigimos al embarcadero. Nos costó encontrarlo, pero gracias al conductor (que aparentaba 14 o15 años) del furgón ¿Taxi? con el que nos trasladan desde el hotel, que ha ido preguntando, hemos llegado. Es un bonito embarcadero de perenne madera teñida de rojo que surge en mitad de una simétrico edificio también de madera en forma de arco o marco. Parece una gran boca cuadrada mostrando su lengua al río; lengua sostenida por pilastras y con baranda también de madera. Curiosamente en esta época de decrecida del río, da a unos grandes bancales de arena muy alejados del agua, y perceptiblemente ningún barco, que no transite sobre ruedas, podrá atracar aquí hoy para recogernos. Aunque está claro que el sitio es este, porque ya vemos algunos participantes, unos seis, fácilmente reconocibles, como nosotros, por sus mochilas y petates. Los saludamos con Julen con la mayor simpatía y celo posible, y les preguntamos con gesto amable: - ¿Jungle Marathon?. Uno de ellos, el mas alto, contesta con una magistral sonrisa rellena de dientes: -¡Yes!, Where are you from?. ¡Ja!, mi parco ingles me da para esto, pienso, y anticipándome a Julen afirmo vanidoso: - ¡Spain!. Seguidamente, ante mi desenvoltura se viene arriba, y me lanza su siguiente pregunta. Así que, recurro a otra de mis aleccionadas frases: -I do not know; I speak little English..., levantando mi mano y acercando los dedos índice y pulgar a un centímetro, haciendo un gesto que signifique “poquito”, sin tener ni pajolera idea de que era lo que me acababa de preguntar. Por suerte Julen, que habla y entiende un poco más que yo, tras chapurrear me detalla que este “ropero de tío” es australiano. No podía ser de otro sitio con esa percha, pienso. Solo le falta el sombrero, el machete y un collar repleto de dientes de cocodrilo. Al poco, estos otros competidores, advertidos por otro que aparece y gesticula a lo lejos en la playa, cogen sus equipajes y se dirigen hacia allí. Los observamos con Julen y parece que saben donde van. Así que decidimos bajar también a la playa, y marchar tras ellos. Y, seiscientos metros río abajo, allí está, varado próximo a un bancal de arena blanca. Es un gran barco de orondo casco de madera pintada de blanco, y de tres pisos con barandas de extremo a extremo, engalanado con grandes neumáticos viejos colgados con cuerdas de sus costados. Si le aplicaras mas ornamentos, detrás un enorme cilindro de palas, y dos imponentes chimeneas, parecería esos que navegan por el río Misisipi. En su parte delantera más arrimada a tierra, desde la cubierta inferior o principal desciende una escalera azul de madera de austeros y resbaladizos escalones, por la que acceder, secundada por una cuerda fija para aferrarte. Pero esta simple maniobra cargados con pesados petates que no te permiten apoyar bien las manos se hace muy embarazosa. Sería una innoble exhibición y presentación para unos “imponentes atletas aventureros” el resbalar torpemente en unas simples escaleras, teniendo que lidiar con una selva los próximos días, y caer al agua con todo el equipo ante la atenta mirada de otros competidores. Así que lo más esforzada y decorosamente posible ascendemos como podemos sin perder la compostura. En las tres cubiertas del barco, hay habilitados amplios espacios con barrotes y ganchos en los techos, donde poder colgar nuestras hamacas que desde hoy serán nuestras leales y austeras cómplices de sueño y descanso. Verdaderamente todo parece ya un sueño. A veces es difícil distinguir la realidad. – “¡Ya estamos Julen!”, le digo… Dicen que las alegrías, las satisfacciones, cuando se comparten se amplifican. Por el contrario, con las desdichas pasa al revés. Si se comparten se atenúan. Tal vez el motivo, es que al compartir, lo que se agranda es tu corazón. Y un corazón amplificado es más agudo para embriagarse con las satisfacciones, y termina más protegido para que los reveses no lo dañen. Estoy contento de estar aquí con Julen.

jueves, 3 de noviembre de 2011

TRES AÑOS DE BLOG

Es bueno pensar, por muy mayor que seas, que el pasado, tu pasado, es solo un preámbulo, una mera preparación para lo que está por venir en el futuro. Es bueno creer que no sabes nada, y que debes aprender mientras dure tu ignorancia; o sea , mientras dure toda tu vida. Sigo sintiendo que no sé nada y eso me hace sentir bien.
Este pasado 23 de octubre el blog ha cumplido tres años. Parece que fue ayer y ya han pasado tres años, de este “experimento” que nació como una innovadora forma de difusión y soporte de proyectos que planeaba llevar a cavo. Después se reveló como un legítimo y personal medio de comunicación, donde poder exponer y secundar mis planes deportivos, y en cierta forma alojar mis reflexiones y razonamientos sin ninguna pretensión mas lejos de ser “entendido”.
Enseguida fue evolucionando en varias pero siempre honestas y sinceras orientaciones..
¿Por qué este blog? Como he escrito arriba, sé porque comencé a hacerlo, pero aún no sé con seguridad si continuaré en un futuro mas allá de publicar el relato de mi participación en la Jungle Marathon. Quizás continúe porque aún tenga cosas que contarme .
No sé. Se supone que un blog es un espacio de comunicación abierto a los demás, y por eso mismo hay miles de razones para escribir uno: Uno puede escribirlo implorando ese comentario cómplice de un posible lector conmovido que se sienta identificado contigo; O buscando alabanzas y cumplidos que te reafirmen y estimulen en tus propósitos; O como un simple ejercicio de escritura; O como un modo radical de individualismo donde solo existe tu propio yo, en un monólogo contigo mismo, incoherentemente hecho claro, porque se hace exponiéndote a la mirada de quien quiera leerlo, como si fuera una botella lanzada al mar con un mensaje en su interior para quien pueda descubrirlo. Cada uno tendrá sus razones.
No se, de todas maneras, en mi caso he de reconocer que mucho de lo que escribo, lo hago para mí mismo, y comenzó como un medio de exorcizarme, transformándose en un modo de auto observarme, presentirme e incluso auto entenderme. Definitivamente tener un blog para mi ha sido, lejos de pretender obtener seguidores o visitas, una forma de compartir experiencias, aprendizajes, extravagancias o errores, y dejar constancia de ello para quien quiera ojearlo. Y desde luego me ha servido para hacer amigos y en el camino aprender un poquito mas.
Las cifras son lo menos importante y solamente tienen un valor testimonial, pero me complace comprobar que en estos tres años han pasado por aquí mas de 116.000 visitas,que las paginas vistas totales han sido 167.739, y hay registrados 122 seguidores.
Agradeceros a todos y cada uno los que perdéis algún ratito de vuestro tiempo en este rincón por vuestras visitas y comentarios ya que sin ellos esto, un blog, no tendría “tanta” lógica. Es un placer leeros aquí o a muchos en vuestros propios blogs. La verdad es que no sé bien que mas decir, pero sí puedo señalar que en estos tres años de blog han pasado muchas cosas en mi vida, y la mayoría de ellas buenas.
MUCHAS GRACIAS POR ESTAR AHÍ

martes, 1 de noviembre de 2011

Tintín y el secreto del Unicornio

El regreso a mi vida cotidiana me ha conducido igualmente de muy buena gana a otra de mis grandes pasiones, ver cine. Y no he podido hacerlo mejor que con Spielber (mi director favorito) y su última película “Tintín y el secreto del Unicornio”. Antes de escribir nada de nada, rogaros a los treintañeros y cuarentañeros con hijos de edad para poder disfrutar del cine, coger a vuestros hijos sin dilación y llevarlos al cine más cercano a ver esta película junto a vosotros. Dejar que se pierdan en ella, y de vez en cuando, si logras apartar la mirada de la pantalla, observa su cara, y probablemente te veas a ti mismo viendo Indiana Jones hace treinta años. Me hubiera encantado poderla haber visto con mi hija, pero con un añito tendré que esperar ``Tintín y el secreto del Unicornio´´ es el primer trabajo animado de Steven Spielberg, y el argumento es una combinación de los cómics “El secreto del Unicornio´´, ``El cangrejo de las pinzas de oro” y ``El tesoro de Rackham el Rojo´´. De niño yo no era ningún fanático de Tintín, aunque si caían en mis manos leía sus historias y me gustaban. Viendo esta película tuve la sensación de que la adaptación de la obra en la que se basa es INMEJORABLE, y que no solo respeta la esencia del comic, sino que la actualiza, restaura y yo creo que la mejora (No se puede decir de otras adaptaciones como Asterix, Mortadelo, Lucky Luke, etc, etc. A los pocos minutos de comenzar la película tuve ese estremecimiento que se tiene muy pocas veces de hallarte ante una “obra maestra” del genero. La película arrasa con todo desde los mismísimos créditos iniciales, y no te deja un segundo de respiro, convirtiéndose en un deleite de cabo a rabo, en un enaltecimiento del poder de la imaginación y del cine como entretenimiento. Esta película para mi supone el retorno al añorado cine de palomitas de los 80 cuando nos dirigíamos al cine con los amigos en manada para pasar un buen rato, y salías de el entusiasmado y evocando todas las aventuras que habías visto.Visualmente es impresionante. Suponía que no vería nada mejor este año respecto a cine de animación tras “Rango”,pero esta la iguala y supera. Hay muchos instantes de acción y de humor, en que me venían a la cabeza muchas de las películas del director, principalmente Indiana Jones, pero también muchos otros muchos guiños a otras como Tiburón , E.T, o Jurasic Parc; es muy divertido intuirlos. Cuando la vea de nuevo, espero descubrir muchos más. Pero lo principal, es que se nota la mano de este genio del entretenimiento, presentándonos una película de aventuras a la antigua usanza, haciendo un uso magistral de las nuevas tecnologías de animación, y dejándonos sin aliento exhibiendo su dominio de la composición, el montaje, la fotografía o el ritmo narrativo . Una lección de cine en general y del de animación en particular.Spielberg nos ha dado muchísimos momentos inolvidables de la historia del cine, pero lo que nos regala con Tintín es verdadera magia. Los personajes del comic cobran vida propia, personalidad, estados de ánimo, y sentido del humor. Hacía tiempo que no veía exorcizar a una sala de espectadores de esta manera. Todos riendo al unísono, sintiendo, y con las caras de entusiasmo al finalizar, pues lo que estaban viendo era una maravilla.Una lección de cine utilizando incluso reflejos en espejos o líquidos no sólo para hacer bonito, si no para reforzar la narración de la historia de forma magistral; y unas transiciones tan espectaculares que te permiten seguir la historia sin perderte nada. Esta película recupera el pulso como director del mejor Spielberg, y de su mejor cine de aventuras. Una detrás de otra, magníficas lecciones de cómo montar una escena de acción con un ritmo de vértigo sin necesidad de recurrir a ese frenético montaje de 30 planos por segundo al que recurren muchos directores de hoy en día. Los fans de Tintín creo que la verán correcta, entretenidísima, y saldrán contentos. Los fans de Spielberg como yo, los que crecieron con sus películas de aventuras, estamos de enhorabuena. Tintín es lo que yo esperaba de la última frustrada entrega de Indiana Jones (Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal) si el “obstinado y ciego de George Lucas le hubiera dejado meter mano en el guión a Spielberg”. Con este Tintín está claro que este se ha desquitado. Aprende George En fin, que cuento las horas, los días para que llegue enero y poder ver y disfrutar de su película de acción real “Caballo de batalla”, de la que solo con el visionado de su trailer ya se prevé otra nueva obra maestra del séptimo arte y de su director. Deja atrás tus sensatos prejuicios de adulto, saca ese niño que todos llevamos escondido, déjate llevar, vuelve por dos horas al cine y disfruta. Regresa a esos años donde viendo películas como esta imaginabas vivir grandes aventuras y fantaseabas con ser lo que realmente deseabas ser. Soñabas Sé que estamos en la época de la tecnología y las descargas por Internet, pero no caigáis en el error ni la tentación de verla en una calidad que la desmerezca y deprecie. Ir al cine, o esperar unos meses para comprarla o alquilarla, y disfrutarla en todo su esplendor de imagen y sonido. Yo la vi en 2D y es altamente aconsejable, pero he leído que el 3D en este caso también. ¡¡¡Larga vida al Rey midas del cine!!! La recomiendo enaltecidamente.